Seguidores

Texto

¡Hemos llegado a las dos mil visitas!
Estela y yo hemos decidido que -si queréis- podemos hacer algo especial para celebrarlo.
Para ello necesitamos ideas. Si tenéis alguna sugerencia, podéis contactar con nosotras en Twitter (María y Estela).
Si no venís con ninguna no haremos nada y todos moriremos de tristeza.

Capítulo veintiocho.

¡¿Y qué se supone que tengo que hacer?!

La simple señal del agua en sus zapatillas le preocupaba. Eran sus favoritas, pero y qué. Ya no había nada que hacer con ellas. Absolutamente nada.
Incluso el hombre del chiringuito se quedó sin habla, hasta él había sucumbido a su nueva apariencia. Nadie le había mirado a los ojos de la misma manera que antes del accidente y eso era lo que más le molestaba de todo. Él era el mismo, seguía siendo Jaime y aún así, todos se quedaban aterrados al verle.
Las olas subían y bajaban, y las mareaban. Las zapatillas Nike que tanto le habían ayudado cuando necesitaba escapar de todo. Aquellas que habían escapado de muchas broncas, y algún que otro llanto. Desde corazones rotos hasta los que no. Allí estaban, en medio de un montón de basura y con arena destrozándolas poco a poco. Por lo menos le harás compañía al móvil.
Absolutamente nada le impedía pedir ayuda para volver a cogerlas, y guardarlas cual cicatriz de guerra. Con todas sus otras zapatillas, quizás menos importantes. Si hubiera podido hubiera bajado el mismo, pero se negaba a pedir ayuda.
-¿Volvemos ya? Se está haciendo tarde.
Su voz le reconfortaba, pero no hizo gesto alguno. Seguía mirándolas como si al día siguiente todo aquello que le importara le fuera quitado sin razón alguna, como si todavía fuera el día antes de coger el maldito avión y pudiera haber escogido su destino. Como si el destino existiera.
Se giró y la miró a los ojos, sonrió. De las pocas sonrisas que se le podían ver, las que iban destinadas a esa persona que no sabes que es importante para ti.
-Sí, vámonos. Querrás irte a tu casa.
-O quedarme contigo.
Otra sonrisa. Pero está era más bien forzada, y preocupada. Pasaba demasiado tiempo con él, y debía seguir con su vida. No se podía quedar estancada con él, o jamás saldría de ese lago.
-No, tranquila. Puedo cuidarme yo solito.
El típico chiste (que nunca funciona) para no preocupar, y dejar claro que no quería ser más molestia.

*Unas semanas antes.*

Ella había llamado muchas veces, quizás demasiadas, pero le daba igual. No quería imaginarse cómo podría reaccionar. Ni se lo imaginaba ni quería saberlo, prefería que jamás lo supiera. Cualquier persona menos ella, cualquiera que se compadeciera de él y de su paraplejía menos ella.
¿Quién la detendría cuándo vino a verle? Nadie.
-¡¿Cómo está Jaime?! ¡¿Ha llegado ya?!
-Hola, sí. Está aquí, pero no querrá verte. No quiere ver a nadie.
-¿Podría intentarlo?
La habitación estaba peor que nunca. Con todo por en medio como jamás pensaría que Jaime podría desordenarla, ni con la mayor furia de un enfado.
-¡Que te largues! ¡He dicho que no quiero a nadie aquí!
Pasó de aquel comentario y se sentó en la cama. Él no se destapó, y no pudo ver las lágrimas que estaba aguantando soltar con todas sus fuerzas. Deseaba que en vez de a él le hubiera pasado a ella.
-¿Es que no lo entiendes? ¡Que no quiero nadie aquí! ¡Que me dejéis en paz!
Se acercó más a él, y notó como le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Sin llegar a destaparle, se acercó más a él, tratando de adivinar donde estaba su cara. Cuando por fin consiguió acertar, metió su mano por debajo de la manta y le agarró la suya. Él hizo fuerza para quitársela de encima pero de poco servía gracias a sus clases de boxeo.
Poco a poco acercó su cara a la de él, y consiguió destaparle. Él hizo un gesto de mal humor pero al verla le cambió totalmente la expresión. No sabía cómo había llegado, ni cómo se había enterado del accidente. Pero allí estaba.
Ella se acercó, y le besó.
Temblando, él consiguió mirarla a los ojos y decir:
-¿Judith..?

Capítulo veintisiete.

*Dos meses después*

-Quiero dejarlo.
Movió lentamente el hielo en el gran vaso de tubo. Esperaba que él se levantara de golpe de la mesa y se largara, pero simplemente parpadeó y rodeó su vaso con las manos.
-¿Qué?
Tenía barba de tres días y tenía una gran mancha amarilla en el cuello de su camiseta. Las cosas no estaban yendo nada bien. El bar había cerrado, ni siquiera las actuaciones de Alicia hacían llegar al mínimo de ingresos cada mes. La gente sólo entraba a pedir agua, y en cualquier caso, los tres de siempre pedía anís y cerveza. La gente ya no se impresionaba con la bonita guitarra roja de Alicia, ni mucho menos con la actitud de Álex. Un fracaso. Y ahora otro. Se miraron y ella notó como algo le cosquilleaba en su muñeca izquierda, pero se había prometido no volver a hacerlo desde la última vez.

-¡Alicia, abre la puerta! -se había encerrado en el baño hacía veinte minutos y no se oía nada a través, incluso había otras chicas interesadas en entrar, pero la puerta estaba atascada.- ¡Por favor!
Las chicas gritaban que saliera ya, que el baño no era suyo. La insultaron y golpearon la puerta una y mil veces, hasta que Álex, con sus gritos, acabó por dispersar la gente. Sacó la llave y quiso morirse.
-¡Joder, Alicia!
Estaba tirada en el suelo, con un charquito de sangre alrededor de su muñeca izquierda. Tenía la mirada perdida y por un segundo, pensó que en realidad el que la había perdido era él.

-¿Es por él?
-Le echo mucho de menos.
-¿No habéis vuelto a hablar?
-No...

-Ya puedes pasar, cielo.
La madre de Jaime era exactamente igual a cómo se la imaginaba. Era bajita, rubia y tenía los labios casi rojo carbón. Su mirada, por encima de las gafas, te incomodaba, pero esa vez simplemente quiso abrazarla. Abrió la puerta y fue como una descarga eléctrica directa a sus piernas. Pero se sintió caer justo cuando un cojín rebotó contra la pared.
-¡Quítame el maldito suero! 
-Jaime, no... soy Alicia. 
-¡No me importa, quítame esto!
Estiró de la vía y Alicia empezó a gritar ayuda como nunca pensó que lo haría.


¡Information!

Queridas (o no, porque no os conozco y mi madre me dijo que no quisiera a desconocidos) personas:

Soy la co-autora de esta historia, y vengo a deciros que no va a haber segunda parte..
¡Inocentes! La habrá. Pero es que me gusta jugar con vuestros sentimientos.
He venido a deciros, que la trama de la segunda parte de Distancia de seguridad ya ha sido hablada y que sabemos con qué os vamos a matar. Mi querida (o no) co-autora y yo hemos estado discutiendo sobre qué pasará con Jaime, aunque todavía no hemos hablado de Alicia.
Debido a algunos improvistos, no podremos empezar hasta septiembre.
¡Todo es esperar!

Me apetecía escribiros porque he visto que hay nuevos seguidores, supongo que a los viejos seguidores también les interesará, y he pensado que no estaría mal dar señales de vida. (No le he comentado nada a Esteli, ya me conocéis.)
Me alegra de que haya más personas interesadas en esta historieta chachi piruli que hemos creado a partir de palabras, como es normal.

Dejo de haceros perder el tiempo con mis chorradas, y os mando saludos de parte de Esteli que está bien amenazada con empezar a escribir cuando pueda y de parte mía también.

Distancia de seguridad va a resurgir, y mejor que nunca.

PD: Me parece recordar que algunas pedisteis en los comentarios capítulos más largos, hablaré con la Junta de DDS (Esteli) para ver qué se puede hacer el respecto. ¡Ya me voy!

Capítulo veintiséis.

Cuando le preguntó si quería ir con ella a Murcia pensó que quizás era una buena idea; pero en ese momento no lo tenía tan claro.
Habían pasado ya dos horas de viaje en aquel autobús, y se sentía cada vez más incómoda. Después del concierto veía a Álex de otra manera, muy lógicamente. Y aunque las risas dominaban el ambiente, no podía dejar de pensar en ese beso.
-¿Entonces.. ese chico es buen amigo tuyo, no?- susurró en un murmullo.
El café que se estaba tomando quemaba, y se sobresaltó al oír aquellas palabras tan directas. Intentaba disimularlo, pero estaba realmente preocupada por Jaime: todavía no había respondido a ninguno de sus mensajes, ni la había llamado.
-Sí.. Podría decirse que sí.
-Ey, no te preocupes. Seguro que está bien.
Se acercó un poco más a ella y le acarició la mejilla suavemente, casi sin tocarla.
Alicia enrojeció, y un pequeña sonrisa asomó en sus labios.
-Así me gusta.

Después de las cinco horas de interminable viaje, llegaron a su destino.
Jaime nunca le había especificado dónde estaba la residencia de su universidad, pero por lo que le había contado de los sitios a los que solía ir andando, no debía de estar muy lejos de la estación de autobuses.
-¿Eso no es el cartel de una residencia?
En efectivo, allí estaba.


<<-¿Tú eres tonta? Sum 41 es mucho mejor que Blink 182, no mientas.
-El que está mintiendo eres tú. Buf, ojalá pudiera pegarte un puñetazo ahora mismo.
-Uh, ¡ahora vas de dura!
-Venga, Jaime. No me tomes el pelo.
-Bueno, de todas formas; algún día me pegarás seguro.
-Algún día tendré que hacerlo.>>
Debería haber sido un día especial.
Ella iría a Murcia, o él a Madrid. Habrían quedado para cenar, o para comer. Se habrían dado un paseo por la playa, o le habría enseñado Madrid. Se habrían contado chistes, y habrían pasado un día inolvidable.
Pero no debería ser de esta manera: no así.

Capítulo veinticinco.

-¿Alicia? ¿Estás bien?
Su madre y Helena la miraban. Con los ojos como platos. El vaso se había hecho pedazos en el suelo del salón y a su corazón le faltaban segundos para acabar igual. 
-Sí... sí.
Se levantó de la silla, chocando con algunos cristales al moverse, y salió del salón. Ninguna de las dos dijo nada hasta que ella cerró la puerta del baño.

-Buenos días, Ali -Dijo Helena comiéndose la última galleta de la bandeja.
-Por decir algo... -murmuró y ni siquiera dijo nada cuando su madre la puso mala cara por no desayunar. No tenía cuerpo, ni ganas. Solo quería que todo fuese bien. Que eso fuese bien.
- Mamá... ¿podemos hablar?
-Sí, claro. Dime.
-¿Te acuerdas anoche, las noticias? -esperó a que su madre la hiciera alguna seña de afirmación, pero no lo hizo. Continuó- Un amigo mío iba en ese avión.
Madre e hija se miraron. Mientras Alicia se rompía por segundos, la mujer, algo canosa, no sabía qué pensar. Ni qué decir. Quiso acercarse a su hija y abrazarla, pero sabía que eso no ayudaría de nada. 
-Y... bueno... nunca te pido nada. Lo sabes. Y... quería pedirte que... me dejaras ir a Murcia. Cuando den nuevas noticias, mamá. Por favor. Es muy importante.

*Abrir WhatsApp; nuevo mensaje*
Alicia: ¿Dónde estás? ¿Estás bien?
Alicia: ¿Jaime...?
Alicia: Joder...
Alicia: ¡Necesito que me hables cuando leas esto! O que me llames.
Alicia: O algo. Lo que sea.
Alicia: Por favor...

Abrió la puerta del bar. Hacía tiempo que no iba y echaba de menos el olor a humo y a alcohol barato con hielo. El olor a viejos amigos, a música, a resaca. A Álex. Estaba tras la barra, con la misma sonrisa torcida de siempre. Con su pelo revuelto y su actitud despreocupada. Le echaba de menos.
-Hola...
-Ey, rubia. No entres aquí con esa cara de patillo, que me espantas a la clientela.
-Pero qué clientela... si esto está muerto -dijo sentándose en el taburete.
-¿Lo de siempre?
-Por favor... 

-Oye, Álex... quería pedirte un favor... ¿te apetece viajar conmigo?

Capítulo veinticuatro.

*Abrir Whatsapp; escribir.*
Alicia: Cuando llegues, mándame una foto de esas profesionales que tú sabes hacer. Adoro Inglaterra. Bon voyage.

Dijo que después de lo ocurrido, quería volver a ver a Judith. Y así lo hizo.
Escaparse un fin de semana a Inglaterra era algo que siempre había tenido en mente. El frío le gustaba, y a principios de año allí debería hacer fresco.
Aunque la idea de que había ido allí especialmente para ver a la que fue su novia no le hacía mucha gracia. Sí, hacía poco que le había confesado a Julia que aquel chico le gustaba; le gustaba de verdad.

*Nuevo mensaje.*
Jaime: Claro, no esperaba menos de ti. JAJAJA Gracias, nos vemos.

Leyó el mensaje y dejó el móvil en la mesita de noche.
Se acercó a su equipo de música y puso lo más alto que pudo su canción preferida. Cogió la goma del pelo que tenía en la muñeca, y se hizo un moño mal hecho: siempre que escribía hacía lo mismo.
Era una manera de evadirse de la realidad.
No llevaba ni un párrafo de lo que iba a ser un pequeño relato, cuando la pequeñaja entró en la habitación:
-¡Alicia, dice mamá que no tengas la música tan alta! ¡Alicia!
Ni si quiera la vio, hasta que su mp3 cambió de canción.
-Hola pequeña, perdona.
-¿Qué escribes, Alicia?
-Nada importante, venga, vamos, será hora de cenar ya.

La televisión estaba encendida, y para variar, las noticias que daban no eran buenas.
Las dos hermanas pusieron la mesa al tiempo que su madre hacía la cena: hoy tocaba el plato preferido de Alicia, pollo con salsa de tomate. Se pasaban los cubiertos y los platos, y cuando terminaron de poner los vasos y el Sunny Delight para Helena, siempre con gustos especiales; su madre se sentó a la mesa, y ellas hicieron lo mismo.
-¿Cómo llevas los deberes y el estudio, cariño?
-Bien, mamá. Ahora mismo estaba estudiando biología.- mintió.
De repente, una noticia le llamó la atención, y pudo centrar su conciencia en algo mucho más importante que una mentirijilla de nada.
Un accidente de avión ha tenido lugar hace escasas horas. El avión de dirigía a Bristol, Inglaterra. Todavía no han encontrado supervivientes, pero las autoridades están enviando refuerzos al lugar, y no tardaremos en tener más noticias desde aquí, el aeropuerto de Alicante.
El vaso de agua se le cayó al suelo, y su madre y su hermana se sobresaltaron.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo, y le invadieron unas ganas tremendas de echarse a llorar:
Ese era el avión de Jaime.


Capítulo veintitrés.

-¿A dónde vamos?
Ni si quiera le había preguntado qué tal. Quería intentar solucionar las cosas, o al menos hacer que todo fuera bien entre ellos. No quería volver a perderle; Sergio había sido su mejor amigo desde primaria.
-Tan impaciente como siempre, tío. Espérate, estamos casi llegando. Me extraña que no reconozcas el camino.- Pudo ver una sonrisa burlona en su cara, y entonces reconoció a aquel chico que no hacía caso a nadie, que no tiraba la toalla. Todos se pusieron en su contra; incluso sus padres. Él siguió adelante, y acabó en la Facultad de Ciencias de la Salud.
Siempre le había admirado, y eso era algo que su amigo no llegaba a comprender.

Reconoció el lugar.
Los niños jugaban en el parque de al lado, con sus madres. Justo en el mismo sitio donde Sergio le tiró al suelo, y donde se hizo su primera cicatriz en la rodilla. Al lado, chicos de trece años hablaban con chicas de la misma edad; flirteando más bien. Los más mayores de dieciséis se dedicaban a hacer trucos y a picarse entre ellos.
Había una chica allí, con su tradicional coleta alta y la chaqueta de su novio puesta. Su risa se podía oír a kilómetros, y sus feeble era el mejor de todo el parque.
-¡Irene! ¡Ven! ¡Ha llegado la sorpresa!
La chica se despidió de los demás y se acercó a la pareja recién reencontrada.
La recibió con una sonrisa, pues se alegraba muchísimo de volver a verla. No sabía que ella había decidido quedarse en Cartagena, y estudiar Arquitectura allí, en vez de en Madrid. Aunque conocía la respuesta: para ella y para Sergio sería muy difícil estar separados.
No contento con haberle alegrado el día, y probablemente el año, su amigo hizo una última llamada.
-¿Entonces vas a venir?
La expresión de Sergio era nerviosa; no sabía si hacía bien en juntarlos otra vez. Al despedirse, ella ni si quiera la miró a la cara. Después de la discusión, no creía que jamás se reconciliarían. Si Jaime era maniático con algo, era con el tema de la fidelidad, fuese el tipo de relación que fuese.
Empezó a chispear, y la lluvia volvió a recordarle aquella noche en la terraza del hotel. Aquel último día juntos, antes de que una llamada de teléfono lo estropeara todo. Antes de que su corazón fuese roto por alguien a quien quería, por primera vez.

Con un gran peso de encima quitado, cogió la llaves de su coche y se dirigió a su casa. Quería transmitir su felicidad al mundo, a su familia.
-Hola, pequeñajo. A estas alturas pensaba que te quedarías a vivir en Inglaterra.- Su hermano Leonardo apareció desde dentro de la cocina. Había estado un trimestre en un instituto de Inglaterra, y no había vuelto hasta hacía escasas semanas.
-¿Pequeñajo? ¿Desde cuándo me llamas así? Anda, ven. Le he preparado la cena a mamá.
-¿Tú? ¿Hacer la cena? Me parece que voy a tener que llamar a esa familia de acogida, se han quedado con mi hermano y me han traído a un inglesito panoli.
Se llevaban cuatro años, pero no había secreto alguno entre ellos. Quizás era algo así como una relación perfecta entre hermanos. Se entendían el uno al otro.
Pocas veces habían tenido que hablar tanto como ese día, sobretodo con el último acontecimiento que había tenido lugar horas antes entre Jaime y su ex-pareja.

Capítulo veintidós.

No dijeron nada, ninguno, pero de repente, estaban más que pegados. Piel contra piel, bajo cada cazadora. Alicia no podía negar que la presión de aquel brazo contra el suyo, no le hacía sentir mejor, porque mentiría. Aquel calor en pleno invierno, se agradecía. Aunque sus mejillas, tan coloradas como sus labios, no decían lo mismo. Odiaba el calor que le transmitía Álex. Lo odiaba muchísimo, pero por otro lado... era lo mejor que podía pasarle en una noche así.
Seguían allí, sentados en el bordillo, mientras los coches iban y venían, y las canciones pasaban una detrás de otra. Atropellándose. Como los amigos de él, en medio de la carretera, dando gritos. Quién diría que no tienen cuatro años...
A veces, y solo a veces, sus miradas coincidían, se sonreían y volvían a golpear alguna china con el pie. Pero nada más. Aquel beso había puesto silencio. Silencio, y una sola piel. Habían hecho el amor con solo un beso. Habían cambiado todo. Pero las ganas de matarse seguían allí.

*Abrir Whatsapp; mensaje nuevo*
Jaime: Siento mucho haber desaparecido. Pero no me he olvidado de ti, ratilla.

Sonrió. Sentía que se paraba el corazón durante un segundo y luego latía con más fuerza. Ratilla.
<<-¿No me dejarías ni dormir en la cama de invitados?
-No, ni loca. Dormirías en el suelo.
-¿Tanto me odias?
-Sí. 
-Eres una rata. Una tacaña. Pues yo también te odio.
-¿Una rata?
-Ratilla. Eres una ratilla.>>
Pensó en contestarle, estaba conectado. Pero tampoco sabía que contestarle. ¿'Hola, no, yo de ti tampoco. He estado pensando en ti mientras tú hacías quién sabe qué, con quién sabe quién. Y no, claro, no te has olvidado de mí, no...'? 
-Tranquila, Alicia, respira...

Alicia: Tranquilo.., eh..., esto..., ¿y tú quién eras?
Jaime: ¡Pero tú de mí sí te has olvidado! Ahora sí que te odio.
Alicia: Venga, bromas aparte. ¿Qué tal te ha ido estos días?

Tuvo que morderse la lengua para no escupir un 'te he echado de menos'. Tuvo que encerrarse en el baño a mitad de conversación, para reconocerse. Ella no estaba colgada, pillada, enamorada. De Jaime, de Álex, de nadie. Apoyó las manos en el lavabo y se miró al espejo.
-No me gusta Jaime. Tiene su vida y tendrá a otra. Más guapa y menos... como yo. Podría tener a una chica de su edad y no a una mocosa. No me gusta porque no puedo permitírmelo. Le odio. Le odio mucho. Tampoco me gusta Álex. Es una capullo que solo piensa en sus chicas. Yo no quiero ser una de sus chicas. Yo no quiero ser suya. Ni de nadie. Quiero ser solo mía. -Suspiró y cerró los ojos con fuerza.- Se me está yendo todo de las manos otra vez, joder...

Capítulo veintiuno.

Había tenido suerte, y no se había encontrado con ninguno, en los cinco meses que llevaba en la universidad. La universidad era grande, y eso facilitó que su pasado no apareciera en su futuro.
Él nunca lo había querido así. Siempre había soñado que todos irían a la misma universidad, la de Murcia. Sí, él se decantaría por Artes y Humanidades, pero estarían todos cerca. O al menos eso pensaba. Hasta el último año, no se dió cuenta de que estarían en diferentes campus.
Tres kilómetros. Eran pocos comparados con los mil y poco, pero todavía ninguno se había dispuesto a romper esa distancia entre ellos.

-¡EH! ¡EL DE LA SUDADERA!
No sonreía, pero si hubiera tenido una sonrisa habría desaparecido en aquel momento.
Pensó en no hacer caso y coger el taxi que había en la acera de enfrente, pero no le podía hacer eso. No a él. La última vez que se vieron, vestía de negro, sus ojos habían perdido su color verde tan característico, y el pelo que solía estar revuelto había sido bien peinado por una vez. Le conocían como el típico chico que ocultaba sus sentimientos. Sus últimas palabras antes de irse fueron: Jaime, recuerda nuestra promesa. Hermanos de sangre. Tienes mi pésame, y sabes donde estoy. Que te vaya bien. 
No se dio cuenta de que él también había perdido a alguien importante, no quería verlo. Hasta que no lo aceptó, no empezó a avergonzarse de haber sido tan egoísta. Sus amigos habían estado al lado suyo en todo momento, y él decidió abandonarlos. No pensó que le perdonarían.
Pero como ya había descubierto aquel día en la playa, cuando dijeron que estarían con él pasase lo que pasase, lo sentían. Lo decían de verdad.
Se giró y evitó mirarle a los ojos, igual que ese domingo de luto hace diez meses.
-¿Qué tal te va todo?- le dijo al suelo, intentando evitar echarse a llorar en cualquier momento.
No respondió. Se acercó a él y le abrazo.
-Anda ven, tengo una sorpresa para ti.

Llegó a la residencia tarde, bueno, relativamente tarde.
Por una vez en todo el año, entró por la puerta sonriente, sin preocupaciones.
-¿Qué? ¿Vienes de fiesta? Nunca te había visto así.- Sonrió. Le dio una pequeña palmada en el hombro, y un golpe con la fregona.
-¡Eh! ¡Cuidado!- No le conocía de casi nada, pero aún así se sentía agusto cuando hablaban.- Vengo tarde, pero estoy muerto. Y no, no vengo de fiesta, sino de algo mucho mejor.

Mientras el agua de la ducha se preparaba para arder, pensó en lo estúpido que había sido desde que empezó la universidad. Si hubiera intentado hablar con todos desde el principio, todos esos meses de preocupación habrían desaparecido. No habría borrado el blog, no habría desconectado de todo el mundo. Les habría tenido con él, como había querido.
Intento ver el lado positivo; había aprendido una lección. Había aprendido a solucionar las cosas solo, sin nadie a su lado.
Se había olvidado del móvil cuando fue al campus. Se había olvidado de ella.
*Abrir Whatsapp; nuevo mensaje.*

Capítulo veinte.

Esa no era su idea de concierto. No estaban dentro, rodeados de todo eso que se supone que le alegraría la noche, o que al menos, se la haría un poquito mejor. No estaba cantando las canciones a pleno pulmón y ningún borracho le había tirado la bebida en su ropa. Esa no era su idea de noche de fiesta. Ahí estaban, los cinco; Álex, Alicia, y los tres amigos de él, de los cuales Alicia no había memorizado sus nombres; sentados fuera del recinto (que al ser al aire libre, al menos dejaba oír la música) con bebidas baratas compradas en algún supermercado de allí cerca. Se estaba muriendo de frío.
-Teníamos que haber estado dentro, tío, teníamos que...
-¡Cállate ya, joder! -Gritó Álex, y la música volvió a oírse de fondo.
Alicia cada vez se sentía peor. Era todo culpa suya. ¿Por qué no la avisaron de que era para mayores de edad? ¿Por qué no han entrado ellos y ella se hubiese vuelto a casa? Porque a Álex no le daba la gana, y había insistido en que el concierto no sería para tanto y que ni loco iba a perderse las canciones: o todos dentro, o ninguno. Y parece ser que ninguno.
-Lo siento...
Y mientras el mismo que había hablado antes le soltaba un par de burradas a la rubia acomplejada, los otros amigos le intentaron calmar. Alicia quería irse de ahí cuanto antes, y no volver a hablar con ninguno durante el resto de su vida.
-Ey... no le hagas ni caso, es imbécil. -Álex lo dijo con tanta naturalidad que hasta ella misma comenzó a llamarle en su cabeza de esa manera. El imbécil se apartó del grupo con un cigarro en la mano, sin decir nada.- ¿Quieres que te traiga algo más de beber?
-No, tranquilo, todo bien -dijo levantando su vaso casi a la mitad.

Horas y horas allí, en el suelo lleno de colillas sentados. Los chicos habían ido a buscar algo que les subiera el tono un poco más, y seguir dando saltos por medio de la carretera, gritando a los coches eufóricos. Alicia no dejaba de mirar su móvil. Quería contestarle, a Jaime, y acabar con esa mierda de noche ya, pero para cuando lo hizo, él no volvió a conectarse. Se sentía patética; no encajaba allí, ni en su casa, ni en la vida de nadie. Estaba condenada a hacerlo todo mal.
-¿Sabes? Esta canción es genial.
Se paró un par de segundos a escucharla, hasta que la identificó, y luego miró a Álex. Love is Dangerous
-I see your lips, I just can't hear the sound... -Empezaron a cantar los dos instintivamente.

Volvió a mirar su última conexión; nada. Nada de Jaime desde hace dos días. ¿ Exámenes? ¿O no quería hablar con ella? Realmente se moría por hablar con él, y planear verse de nuevo. Y prometerse que esa vez saldrá bien. Alicia siguió contándole a Julia lo que había pasado hace un par de noches, que ni ella terminaba de creérselo.
-¿Que hizo qué? -Las palabras le salieron de la garganta como un graznido.
-Álex... me besó.

Capítulo diecinueve.

Sentía una mezcla de idiotez e irresponsabilidad al mismo tiempo.
Le había fallado a todo el mundo, e incluso a sí mismo. Le daba la impresión de que los libros le comerían, y las paredes se encargarían de no dejar rastro. ¿Por qué era todo tan difícil?
Eran las dos y media de la mañana. Llevaba días sin dormir y no quería que este fuera una excepción, así que cogió su guitarra y se puso a tocar. Hey there, Delilah era su canción preferida, y nunca se cansaba de tocarla. Y sus compañeros de residencia apreciaban el sonido de las cuerdas, más que el de los altavoces, así que podía tocar tranquilo.
A la décima vez, decidió parar. Ni Historia de los países de hablar inglesa, ni cualquier otra asignatura le iba a impedir una ducha de agua ardiendo en pleno enero. Pero antes, quería probar un pequeño intento de disculpa: sabía que a Alicia le encantaban los Plain White T's, así que decidió grabarse tocando por duodécima vez una canción que sabía que le gustaría.

*Abrir Whatsapp.*
Alicia- en línea.
Jaime: Uy, no esperaba que estuvieras despierta a estas horas de la noche.. Quería pedirte disculpas por no poder hablar contigo esta tarde, así que he pensado que un poco de música vendría bien para arreglar las cosas. Espero que te guste.
*Enviar; bloquear el móvil.*

Esperó su respuesta hasta después de salir de la ducha: nada. Volvió a mirar su última conexión, y parecía ser que había leído su mensaje. ¿Por qué no respondía? Estará durmiendo, es bastante tarde, aunque sea viernes, pero no, se seguía conectando una y otra vez, y no respondía. Se habría enfadado con él, y con razón. Lo entendía, él mismo no se lo había perdonado. Aunque a primera vista pareciera una tontería, era algo bastante importante para él, y creía o quería saber que para ella también.

Salió de la ducha y no vio la luz roja de su blackberry encenderse. Apagó el móvil sin esperanza alguna de respuesta, y se puso el pijama. Cogió una sudadera de su armario, y salió de la habitación.
El conserje no estaba, así que pudo salir sin ser visto. Se dirigió a las pistas de baloncesto de un colegio cerca de la residencia, y se coló en una de ellas. Se había llevado consigo su antiguo balón, así que empezó a practicar triples.

A la mañana siguiente, una secretaria del colegio se encontró un balón de baloncesto en el patio del colegio. Se acercó, y vio algo escrito con piedra en el suelo:
Ojalá a ti te traiga más suerte de la que me trajo a mí.

Capítulo dieciocho.

Jaime: No... Lo siento, los exámenes me comen por todas partes. De verdad, me hubiese encantado verte.

Sintió un escalofrío agridulce. Adiós planes, adiós ser feliz por un momento. Volvió a revolver los papeles por su escritorio, esos que tanto había tardado en ordenar para causarle buena impresión a Jaime y resopló. ¿Por qué? Apoyó la cabeza en sus manos y sintió como se le empañaban los ojos. No voy a llorar, no voy a llorar, no me importa... Subió la música. La radio. Reconoció la canción al segundo, Qué Bonito de 84, y empezó a susurrarla, esperando que nadie se quejase del ruido... y nadie lo hizo.

-¿Sí? -Su voz sonaba pastosa. Fumando, o... durmiendo. Le dieron ganas de reír al imaginárselo.
-Hola, Álex... soy...
-Sí, ya sé -la interrumpió-. Dime.
-Que... ¿sigue en pie lo que me dijiste? Lo del concierto, digo.
-¿Eh? -Le pilló desprevenido, incluso su voz cambió.- Sí, sí, claro. Esa entrada sigue estando libre.
-¿A las nueve en el bar?

Todo había cambiado de un segundo a otro. De querer pasar la noche viendo a Jaime, se moría de ganas de ir a un concierto con Álex y sus amigos. Se imaginaba rodeada de gente, saltando, con luces alrededor y humo de tabaco. Tabaco de liar, y bebidas alcohólicas. Y manos en sitios que no deben estar, y gritos de euforia. Sonrió, era el plan perfecto para no pensar en Jaime, y en su cita fallida.
¿Se verían alguna vez? Ya llevaban varios meses hablando, y la confianza iba creciendo, y Alicia temía que el golpe de su caída fuese aún más fuerte. Más fuerte que esto. Más fuerte que la última vez; y esa fue bastante fuerte. Temía volver a la misma historia, a ser tonta y ablandarse, a ser la muñeca de todo el mundo. Y nunca mejor dicho.

Alicia: No pasa nada. Muy buena suerte en los exámenes.
Pasaron varios minutos en los que Jaime escribía  y dejaba de escribir, mientras a Alicia se le aceleraba el corazón, en menos de dos horas le esperaba algo que para ella era imposible. Y los imposibles, si se habla de amor, no existen.

Capítulo diecisiete.

Come up to meet you, tell you I'm sorry. You don't know how lovely you are, cantaba, al ritmo de una de sus canciones preferidas de Coldplay.

Los dos cogidos de la mano, pensaron en sus futuros.
-¡Vamos a pasar al cole de los mayores!- decía ilusionado aquel niño que no sabía lo que le esperaba en su primer curso de primaria.
-Tengo miedo, ¿no son muy mayores? Prefiero quedarme aquí, contigo.
Se querían. Pero era un amor inocente, de mentirijilla. Se llamaban amigos especiales, y no sabían estar el uno sin el otro. Eran prácticamente almas gemelas, aunque eso ellos todavía no lo sabían.
Jamás pensaron que algún día se separarían.


 *Abrir Whatsapp.*
Alicia: ¿Entonces dices que está noche puedes?

Y fue entonces cuando se acordó. Tenía una cita con Alicia. Una cita. Hacía tiempo que quería verla. Tiempo: desde que vio su foto de perfil de Whatsapp.
Qué egoísta era. Se había pasado la tarde entera escribiendo, e inspirándose, como decían los buenos escritores, que ni se había acordado de aquella chica que tanto le había ayudado en los últimos días.
A veces hay que anteponer el deber al placer.
Tenía que estudiarse cien páginas de Historia de los países de habla inglesa, y todavía no había empezado. Quería hasta poder encontrar un rato para ir a la playa, pero el conserje le había prohibido volver a pasar por la puerta de la residencia; sabía que no había adelantado mucho en sus estudios, y que le vendría bien concentrarse un poco.
No se podía permitir hablar con ella. Aunque era lo único en lo que pensaría, días después.

*Responder; enviar; apagar el móvil.*

Quizás el destino de verdad existe. Quizás estábamos destinados a separarnos. Subió el volumen de los altavoces, despreocupado por cualquier queja que pudieran tener los de la habitación de al lado.
Volvió a rememorar el fin de semana en la playa. Volvió a dibujar su sonrisa en su mente.
Entonces, ¿por qué tuviste que volver a aparecer?


Capítulo dieciséis.

-Tienes una voz bonita.
-Pero qué dices... no... -notó como su voz se cortaba y sus mejillas enrojecían. Sentía estar tocando la locura con la punta de los dedos.
-Creía que no íbamos a hablar nunca...
-Ya, bueno, yo... es que hablar por teléfono no... -su lengua se trababa y quería morirse, era una vergüenza inaguantable, quién la viese...
-Ey, tranquila, Alicia -dijo, y eso la hizo sonreír, por fin una sonrisa. El chico se apartó de la línea del móvil un momento, y habló con alguien. Ella sujetaba el móvil, con las manos sudorosas, mientras giraba en la cama de un lado para el otro. Jaime se aclaró la garganta y volvió a hablar.- Tengo que irme...
Y nada más oír eso, juró que había oído un 'pero no quiero'.

Tras cientos de minutos desparramados en la tarifa de su número, habían quedado en verse pronto, en hacer una videollamada. En descubrir si realmente él era como en su foto de perfil, si realmente él tenía motivos para infravalorarse y sentirse inferior al resto. Ella confiaba en que no, y quería hacerle cambiar de opinión. Quería verle sonreír alguna vez al menos; se lo merecía. Después de tantas madrugadas animándose el uno al otro, de tantas conversaciones picándose, riéndose. De tantos ratos echándose de menos, a cientos de kilómetros una sonrisa de la otra.

Entró, sujetandole la puerta a un hombre mayor que salía con una bonita sonrisa en la cara.
-Veo que ahora tenéis un público más jóven, eh. -Se rió, sentándose en un taburete libre.
-Desde que has entrado tú por la puerta sí. -Dijo señalando a un trío de quinceañeros que la miraban desde el otro lado del local.- Tengo algo que proponerte, rubia -la miró subiendo y bajando las cejas, con su sonrisa torcida.
-Va, dime, pero antes ponme lo de siempre, anda...
***

Mientras James Blunt sonaba, y los recuerdos se agolpaban entre las cuatro paredes de su habitación, Alicia miraba las fotos de su móvil. Las más antiguas, las de hace un año. Ella, con el pelo un poco más claro, subida a la espalda de él, sonriendo. Ella, sentada en las piernas de él, sacándole la lengua. Fotos de Julia, de Helena, de su pasado... Ella, tirada en una toalla de playa poniéndose morena, con unas gafas de sol. Miró sus muñecas en la foto, y sonrió con amargura bajándose la manga de la camiseta. No tendría que haberlo hecho. 
Se secó las lágrimas, y le mandó un mensaje de buenas noches a Jaime; mañana tenían una cita.

Capítulo quince.

Quería verla. Después de tantas discusiones, debates y risas acumuladas; quería verla. No se atrevía mucho a sacar el tema, pero no dejaba de repetirse lo mismo en la cabeza.
Últimamente la notaba decaída. Y no sabía precisamente qué era. Así que decidió intentarlo.

*Marcar número de teléfono.*
Buzón movistar; el teléfono 643837104 está apagado o fuera de cobertura. Por favor, deje su mensaje después de la señal.
*Colgar.*

Estaba harto de contestadores. Harto de todo.
Eran las cinco de la tarde, y tardaría una hora en llegar a la playa, pero cogió las llaves del coche, y su iPod, y se dirigió hacia la puerta. Podía irse, aunque tendría que volver temprano; al día siguiente tenía clase. Bajo las escaleras de la residencia corriendo, y el conserje se percató de su enfado.
-¿A dónde vas? Mañana tienes clase, y luego te veo muerto de sueño deambulando por aquí. ¿Estás bien, Jaime?- No se conocían de mucho, pero cruzaban palabra de vez en cuando. Siempre era muy educado con él, así que no podía ser desagradable con él.
-Vuelvo en unas horas. No te preocupes, pero gracias.- Fingió una sonrisa, que tranquilizó la expresión en los ojos de aquel hombre tan atento.

Consiguió bajarle los humos, pero no reprochó la idea de volver a su sitio preferido. El viaje se le hizo largo, ya que no había puesto música y así evitar cualquier bajón, que empeoraría las cosas.
Llegó a su hogar, con esos habitantes fantasmas, y las luces de Navidad todavía puestas. La temperatura era perfecta para un picnic viendo la puesta de sol, y las nubes decoraban el cielo como si de un cuadro se tratara. Todo parecía perfecto; aunque él en el fondo odiaba esa perfección.
No pasó a ver a su madre, que se preocuparía si supiera que tendría que volver a la residencia después de cenar, y tendría que conducir de noche. Fue directamente a la playa, a las rocas.
Al llegar, se dio cuenta de que no estaba solo. Una silueta tapaba el sol, y creaba un fotogénico contraluz, que le recordó que tendría que haberse traído la cámara. Aquella persona no se dio cuenta de su presencia, y ni se inmutó.  Decidió bajarse a la orilla, y ver la puesta de sol desde allí. Solía estar acompañado por drogadictos y personas de ese estilo, así que le había dejado de importar la compañía de otras personas por allí. Se había sentado en la arena, cuando una voz sonó de detrás suya:
-¿No saludas?- preguntó una voz femenina.
Se dio la vuelta, y la miró.
Estaba preciosa, con su bufanda, y sus vaqueros rotos. No iba pintada, ella odiaba el maquillaje. Y se encontraba igual que la última vez que la vio. No se lo podía creer.
-¿Judith..? ¿Qué.. Qué haces aquí?- se sonrojó, y los párpados se le llenaron de lágrimas, que deseaban salir de su escondite.
Ella bajó, y se acercó a él. Los dos habían esperado aquel reencuentro mucho tiempo, pero ninguno quería saber qué podría ocurrir después.

Capítulo catorce.

La música de la radio sonaba por toda la casa. Retumbaba por las paredes, y los suelos temblaban a los pies de Alicia. Su melena rubia se escapaba del coletero a cada movimiento, a cada salto que daba por los pasillos. Se iba dejando la voz por los rincones de la casa, riendo como una cría de trece. Pero daba igual, hoy era su día. Hoy era el día de olvidarse del mundo. Hoy era el día de sonreír.

-A coger el cielo con las manos, a reír y a llorar lo que te canto, a coser mi alma rota, a perder el miedo a quedar como un idiota. -Gritó al ritmo de la música, haciéndole los coros.
Siguió riendo mientras recogía, divertida, los mechones en una nueva coleta. Abrió el grifo, se mojó la cara, y siguió cantando. Pasó al baño y se miró al espejo, moviendo sus caderas al ritmo de la canción, y poniendo caras divertidas.
Realmente cualquiera la tomaría por loca si la viesen cuando se queda sola.
Aunque no siempre es así. También hay momentos que es mejor no contar nunca.
-Y a empezar la casa por el tejado. A poder dormir cuando tú no estás a mi lado. -Siguió cantando mientras salía del baño.
Y automáticamente, se le vinieron los recuerdos a la cabeza. De golpe, la voz ya no sonaba igual. De golpe sus movimientos fueron más lentos, hasta dejar de bailar.

-A veces me cuesta dormir cuando no estás a mi lado.
Él sonrió, a centímetros escasos de su boca. Y se fundieron, fueron uno por un mar de instantes. Mientras un labio recorría el contrario, y el tiempo se paraba en aquel parque. Manos acarician el pelo, manos sujetan desde la nuca. Sentimientos verdaderos, confesiones de una tarde de Agosto. 
-A mí a veces me cuesta creer que pierdas el tiempo conmigo.
-Contigo el tiempo no existe.

Le dieron ganas de insultar. De insultarle a él, a ella, a sí misma. Gilipollas, zorra, estúpida. Por ese orden. Pero se contuvo, y mandó a la basura su día. Mandó a la basura el día de sonreír. Mandó todo a la basura y cantó en apenas un susurro:
-Ruinas. ¿No ves que por dentro estoy en ruinas?

*Abrir Whatsapp*
Jaime: ¿Tu skype cómo era? Quizá algún día podamos hacer videollamada y vernos.

Vernos. Verse. Y eso la hizo sonreír. Solo de pensarlo...
*Responder; enviar; subir la música.*

Capítulo trece.

Las vacaciones se acababan. Y con ellas, los cambios y las oportunidades. Todavía no entendía ese sentimiento de felicidad y tristeza a la vez. Cada vez que hablaba con Alicia, se sentía él mismo; aquel que hace nueve meses era feliz. Pero se separaban, volvía a la rutina, y las cosas no pintaban nada bien.
No les había visto desde que ocurrió. Y no se sentía con fuerzas para ello. No quería enfrentarse a la realidad, no quería afrontar sus errores.

Volvió. Quería volver a ver los columpios, la pista de baloncesto y la de fútbol, donde tantas peleas habían tenido lugar. Todos los niños de primaria llenaban las pistas con energía, y fuerza. Los de secundaria; dispersados entre escaleras, y clases, hablando unos con otros sobre las vacaciones de Navidad. Y los de bachillerato..
La veía. Todavía la podía ver. Con Álvaro, en el mismo banco de siempre. Con su trenza de espiga, y ese pelo rubio que le asombraba tanto. La veía reír entre el grupo, contando chistes malos. Y ella le miraba, con su cara de cachorrillo. Se levantaba y se dirigía hacia él para animarlo, y integrarlo en el grupo. Nunca se dio por vencida, nunca le dejó.
-No está ahí, Jaime. Se ha ido.- murmuró.

*Marcar número de teléfono.*
Buzón movistar; el teléfono 693456120 no contesta. Por favor, deje su mensaje después de la señal.
Ho.. Hola Judi.. Sé que me dijistes que no te llamara.. Pero.. no puedo más. Estoy delante del instituto, y.. me vienen a la mente tantos recuerdos.. Pasamos tantas momentos juntos.. Sé que ya nada volverá a ser lo mismo, y.. lo siento. La mayoría de la culpa es mía. Pero.. Necesito hablar con alguien.
Y.. Te echo de menos.
*Colgar.*

La radio del coche estaba encendida, pero durante el viaje de vuelta no dejó de pensar en ella. No habían hablado desde mayo. Le había deseado suerte, aunque ella sabía que no creía en esas cosas. Se despidieron con un adiós, y lágrimas en los ojos. Sabían que no volverían a ser los mismos, ahora que habían mil y pico kilómetros entre ellos. Ella lo había intentado, pero él la había defraudado.

Premio.


Reglas:
-Nominar a diez blogs que nunca descansan.
-Colocar el enlaze de la persona que te ha otorgado el premio.
-Contestar a las siguientes preguntas:

¿Cuál es tu animal favorito?
Estela: Los osos polares. No, no, no. Los tigres blancos. O los conejos. Yo que sé.
María: Siempre he pensado que ha sido el caballo. Aunque ahora que lo pienso, no estoy segura. Quizás el perro, pero en cuanto a animales, soy lo peor.
¿Qué blog te inspira para continuar adelante?
Estela: Ninguno. Va a sonar cutre, o lo que quieras, pero ninguno. Un blog, cualquiera no, pero un texto o algo subido, lo máximo que puede hacer es entenderme o al menos yo identificarme con él. Pero inspirarme para seguir adelante... 
María: Este. Este blog ha conseguido que empiece con algo que me encanta. Nunca imaginaría que empezaría un blog con la loca esta, y menos aún que gustaría tanto, y que me ayudara tanto. De alguna manera u otra, este blog para mí es algo especial.
¿Cuándo has hecho algo absurdo y ha acabado siendo un éxito?
Estela: Creo que nunca he hecho algo que haya acabado siendo un éxito; pero supongo que escribir. Empecé de una manera que, seamos sinceros, era la forma más absurda de empezar algo. Y bueno, ahora es como un salvavidas.
María: ¿Un chiste malo cuenta? Nah. Absurdo fue aburrirme tanto como para meterme en una página de internet llamada Ask, y llegar a conocer a personas que ahora son imprescindibles para mí, como Estela. Empezó por simple aburrimiento, y de ahí he conocido a muchísima gente.. Es algo que prácticamente me ha cambiado la vida, así, siendo sincera.
¿Cuál es la peli más bonita que has visto?
Estela: Pf... Yo es que soy más de libros. Y si te tengo que hablar de películas, donde estén las de acción... Pero si hablamos de algo bonito, las de acción como que no. 'Olvídate de mí' es una película que me marcó, sinceramente. Me pareció preciosa; pero a gustos, colores. 'El Diario de Noah' aunque sea muy típica, nunca me cansaré de verla (y de llorar como una cría pequeña).
María: Cinéfila, soy muy cinéfila. No puedo elegir película. Lo pienso y tal, pero nada. Elegiría, 'El Dorado' de dibujos animados, 'Tú la letra y yo la música' como la primera película romántica que vi, 'Un puente a Therabitia' como película a la cual le cogí manía y luego me encantó, y 'Origen', como mi mayor tesoro, es de mis preferidas. ¿Has contestado a la pregunta, María? No, un cero para mí.

¿Quién nos ha dado el premio? 
Ari. O Mel, desde Si tu magia ya no me hace efecto, ¿cómo voy a continuar?

¿A quién nominamos?
Te nominamos a ti. A todo aquel que esté leyendo ahora mismo.

Y náh, voy a escribir mal por una véh en este blog. Qu'es que me da a mí que Eztela está estudiando o algo, y cuando ella se pone no hay quien la pare. Y m'ha mandao' que escriba esto. Como yo tengo imaginación nula, escribo cosas random para que nos dejéis de seguir y tal.
Si no subimos capítulos es porque no podemos, aunque a partir de ahora no dejo ni un día. Que la Eztela estará de evaluasiones o algo, chicos.
Gracias a todos por leernos, y por el apoyo.
Y gracias por animarme a que la cague al lado de la Es-tela marinera. Sé que os encanta.
Un beso de parte de la Eztela estudiante, y otro mío. ¡Hasta más ver!


Capítulo doce.

Llevaba media hora encerrada en el baño. Pero no en su baño, en el baño de la casa de Julia. De la morena de curvas perfectas. Llevaba media hora en frente del espejo, mirándose la cara de idiota que tenía. Con aquel estúpido pantalón vaquero y la camisa de flores. Mientras el pelo le caía por los hombros y la sonrisa no le cabía en la cara. Había recibido un mensaje de Jaime, algunos minutos después de año nuevo.
Hace tiempo que no decía esto, pero.. Hagamos que este año sea mejor que el anterior. Sé que has pasado por malos momentos este último año, y también sé que tú sabes lo mismo de mí. 
Quiero proponerte una cosa. Vamos a guardar el pasado, y a empezar a escribir el presente. Vamos darnos una oportunidad, porque la merecemos. Juntos.
PD: Feliz Año Nuevo, Alicia.
Salió del baño y se apoyó en el marco de la puerta, mientras Julia la miraba esperando una explicación a su media hora encerrada sin dar señales de vida. ¿Su explicación? Se había quedado sin palabras; había felicitado el año a su familia y había cruzado corriendo las cuatro calles que separaban su casa de la de Julia.
-¿Y bien?
-Eh... Mira. -Le pasó el móvil como si de una bomba nuclear se tratase. Como un virus mortal.
Julia empezó a leerlo, una y otra vez, esperando a que su amiga dijese algo. Pero no lo hizo; un shock.
-¿Y tú qué le has dicho?
-Nada.
-¿Nada?
-Nada.
Un silencio reinó en la habitación de paredes añiles. Se oía a la familia aún recoger los restos de la cena, a Belén mandar sobre su marido. A su corazón querer estallar de un momento a otro.
-¿Y qué has hecho durante este tiempo que no has contestado?
-Lo he apagado, dos veces. Creo que lo he leído tantas veces que sería capaz de recitártelo de memoria, Julia. Yo...
-Te gusta.
-Me apoya, me anima. Me hace sonreír.
-Te gusta. -Insistió ella.
-Vaaaaale, sí. -Dijo sentándose en la cama.- Me gusta. Me gusta mucho. -Se tapó la cara con las manos.- Es diferente. No me trata como los demás... Pero en mí no se va a fijar. Mírame, -dijo levantándose de la cama y agarrándose michelines invisibles por todo el cuerpo- estoy gorda.
-Y muy tonta, también. A ver, ven. -Hizo que su amiga se agachase de cuclillas, de manera que sus ojos quedasen a la misma altura.- Eres preciosa. Y créeme, que hay gente que se fija en el interior. Poca gente, pero la hay. Así que coge el móvil, y escríbele, arregla este desastre, anda.
Alicia cogió el móvil y suspiró; había empezado el año liándola.

*Abrir Whatsapp; teclear.*
Alicia: Este año será mejor que el anterior, prometido. Haremos del 2013 el mejor año de la historia. Pero juntos, ¿eh? Tú lo has dicho, el pasado a la basura, empecemos de cero, sin recuerdos. Sin arrepentimientos. Es nuestra oportunidad, y nadie va a quitárnosla. 
PD: Feliz Año Nuevo, Jaime.

Pulsó en enviar y miró a su amiga. Demasiado perfecta, pensó.

Capítulo once.

Otra noche comercial. Aunque esta vez la entendía menos aún. ¿Qué iba a cambiar desde las 23:59 de un día, hasta las 00:00 de otro? Nada. Simplemente era otra manera de vender champán y uvas sin hueso. Él se podría ganar la vida así, vendiendo uvas para Año Nuevo.
La nieve había perdido el encanto, y que no saliera el sol empezaba a ser desesperante. Lo único bueno que había pasado desde aquel día había sido la boda de su tía, y ni si quiera había sido tan emocionante. Sobre todo porque él ya no creía en el amor.
El frío había congelado las emociones, y él se sentía atrapado en una ciudad que ni siquiera tenía mar. Él sin mar no era nada.. Sin ti no soy nada, una gota de lluvia mojando mi cara, se rió. Nació con el mar, y formaba una parte de él. Sin el mar, no conseguía aclararse, ni entender nada. Llevaba una semana sin él, y ya empezaba a sentirse extraño.
Mentía. Había otra cosa, o mejor dicho persona, que le hacía sentir mejor. Alicia. Desde que le dio su número, no habían dejado de hablar ni un sólo día. Empezaban a conocerse, a picarse entre ellos y a hablar a medianoche. En las películas las parejas locamente enamoradas hablaban por la noche. Bah, no llegaremos a eso nunca, se repetía


-Cinco.. Cuatro.. Tres.. Dos.. Uno.. ¡Feliz Año Nuevo!
Él no tomaba uvas, él hacía 'propósitos de Año Nuevo'. Aunque en realidad era una excusa para que su madre no le dijera nada de: Es que ni tomas uvas, ni haces nada. Por favor, Jaime. Participa un poco en esta fiesta, aunque no te guste.
Todos empezaron a mandar mensajes por el móvil; Whatsapp por aquí, Whatsapp por allá. Él ya no tenía a quién mandar mensajes, ni a quién felicitar el Año Nuevo, ni nada, en realidad. Todos se habían ido, o mejor dicho, todos le habían abandonado.
Se sentía como un perro del que se habían desecho por no ser lo suficientemente suave, o juguetón. Recuerdos volvieron a invadir su pensamiento, palabras empezaron a sonar en su cabeza, y la vista se le empezó a nublar. No quería llorar, se supone que era un día feliz, de oportunidades, de comienzos. Se fue corriendo a su habitación, y respiró el aire helado de la ventana. Se dejó caer al suelo, y apretó fuertemente sus rodillas contra el pecho.
Alicia.

*Abrir Whatsapp.*
Jaime: Hace tiempo que no decía esto, pero.. Hagamos que este año sea mejor que el anterior. Sé que has pasado por malos momentos este último año, y también sé que tú sabes lo mismo de mí. 
Quiero proponerte una cosa. Vamos a guardar el pasado, y a empezar a escribir el presente. Vamos darnos una oportunidad, porque la merecemos. Juntos.
PD: Feliz Año Nuevo, Alicia.
*Cerrar Whatsapp; apagar el móvil.*

No tenía ni idea de por qué lo había hecho, ni cómo se había atrevido. Simplemente había escrito lo que sentía, y no quería recibir respuesta alguna todavía. Temblando, se fue al cuarto de baño, y se miró en aquel espejo que tantas veces le había acomplejado. Se miró a sus ojos rojos, su pelo revuelto, y su chaqueta. No le gustaba aquel color, no le gustaba su pelo, ni sus ojos.
Se lavó la cara una y otra vez. Se convenció de que todo iría bien, y de que ya no podía volver atrás. El corazón había hablado, y eso era lo que le quería decir.
Practicó una sonrisa varias veces, y salió. Salió a enfrentarse a la realidad.

Capítulo diez.

*Abrir Whatsapp; nuevo mensaje.*
608945614: Feliz Navidad a ti también, Alicia.
Alicia: ¿Eres...?
608945614: Jaime. ¿Cómo te va todo?

Jaime. Había recibido su correo, había guardado su número... ¿con qué nombre la habría guardado? ¿Alicia Madrid; Alicia Martín, Alicia In Wonderland? Soltó una carcajada. No, imposible, pensó. Habría escuchado Six Degrees of Separation, medio obligado, la única canción que no le gusta de The Script. Raro, rarísimo. Esa canción era como un comodín de sentimientos, no lograba entenderlo. Aunque quizá, como a ella, le traía demasiados recuerdos. Quizá era demasiado difícil para él escuchar la canción, y no como a ella, que la ayudaba a seguir adelante. Se sintió mal por él. Guardó su teléfono en la memoria, incluso con leerlo un par de veces era capaz de recordarlo.

Alicia: Bien, aunque me encantaría salir de casa ahora que están todos tirados en el sofá... ¿Y a ti cómo te va?
Jaime: Está nevando y es precioso. Te encantaría verlo.
Alicia: ¿Nevando, en Murcia?

Y mientras Jaime escribía y escribía, Alicia pulsó en la foto del perfil del chico. Tardó unos segundos en cargarse, y luego, su sonrisa iluminó la habitación entera. Salía de medio cuerpo, con un skate bajo el brazo, y el pelo revuelto. Se podía ver una clara camiseta de Sum 41, y entonces Alicia sonrió como idiota. Incluso llegó a reírse a carcajadas. Es mono, pensó, y tiene unos ojos bonitos. Una mezcla entre verde y marrón, mientras estos se entrecerraban. Pero, nadie es tan guapo como su foto de perfil. Nadie es quién dice ser. Y quién sabe si él también mentía.

*Responder; sonreír; bloquear móvil.*

Capítulo nueve.

Había llegado el día. La sociedad comercializaba mucho aquel día, por eso a él nunca le había gustado celebrar ese tipo de cosas. Esta vez fue diferente. Nochebuena significaba mucho para su familia, y él no pensaba estropear las risas que se podían oír a kilómetros, o la alegría que transmitía toda su familia, por el mero hecho de que no le gustaba esa fiesta.
Era de noche. Todos 'los mayores' se habían emborrachado y estaban que se caían al suelo, y 'los pequeños' andaban diciendo de acostarse pronto para esperar a Papá Noel. A él nadie le reclamaba, así que decidió meterse en el ordenador y ver un par de vídeos atrasados de sus videobloggers preferidos.

*Abrir hotmail.*
Mensaje de Alicia Martín:
Jaime, hola. Llevamos varios días sin hablar, y desde aquella noche..
Me gustaría volver a repetir nuestra conversación tan interesante, y he pensado.. que te podría dar mi número, y así hablamos por WA, si tienes.
También aprovecho para felicitarte la Navidad, aunque sé que no te gusta. Jajajaja.
Y te dejo esta canción, que también sé que adoras.
http://www.youtube.com/watch?v=EprNSogV11k

No se esperaba algo así, ni mucho menos. No trató de disimular la alegría al ver que ella se había acordado de él, y más aún que le hubiera dado su teléfono. Cogió rápidamente su móvil y la agrego. Alicia In Wonderland, escribió como nombre. Esperó el tiempo necesario para que su blackberry procesara tal información, y poder ver su perfil de Whatsapp.
Pensó en la canción, Six Degrees of Separation. Él mintió y dijo que aquella era la única canción de The Script que no le gustaba, por eso ella había hecho aquel comentario. Sin embargo, no la odiaba, simplemente le traía demasiados recuerdos, y decidió no volver a escucharla, nunca más.
Pero ese nunca más, era falso. Igual que el nunca más volveré a escribir. Aunque ya no le importaba. Le había dejado de importar cuando la conoció.
La foto de perfil de Alicia se cargó, y él volvió a ver su cara. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Quería mandarle un mensaje, pero tampoco sabía exactamente qué decirle. Entonces, la suerte habló por sí sola.
-¡Eh, Jaime! ¿Qué haces aquí? Estamos ya todos listos para cenar, venga bájate. Sabes que la tía Ángela se enfada si llegamos tarde. Ha traído a su prometido, ¿te lo puedes creer? Ya está igual de borracho que todos los demás. Qué imbéciles.- Álvaro hablaba demasiado en los momentos menos oportunos.
-Em.. Ya.. ¡Ya voy! Sí, claro.. Un segundo.

*Abrir Whatsapp; escribir; enviar.*

Capítulo ocho.

-¿Te queda mucho para salir del baño? No me aguanto...
Una carita molesta se asomó por el hueco que quedaba abierto de la puerta. Llevaba un vestido rojo de pana, con unos leotardos blancos. Se le habían desecho las coletas que su madre la hacía hecho minutos antes, y se había quitado los zapatitos rojos; sus padres la matarían si supieran lo negras que tenía las plantas de los pies de correr por toda la casa.
-Espera, Helena, un momento.
La hizo pasar, mientras ella se enrollaba la toalla rosa al cuerpo. Limpió el espejo lleno de vaho y se miró: tenía unas ojeras que rozaban el suelo. Suspiró, y se agachó delante de su hermana.
-A ver, preciosa, levántate el vestido.
Mientras las diminutas manos sostenían los volantes del vestido, Alicia bajó los leotardos y las braguitas de Helena. Esta se sentó en la taza del váter y empezó a decir que de mayor, quería ser tan guapa como ella. No digas tonterías, Helena...

-¿Todavía estás así? -Dijo su madre aterrorizada cuando entró en la habitación de su hija.
Alicia quitó la vista de su libro, y miró a su madre. Vestida con un bonito traje color marrón, y el delantal de barquitos puesto por encima. Olía a pescado.
-¿Qué? No tenemos visita, es un día cualquiera...
-¡Es Noche Buena, Alicia, No-che-Bue-na! -Dijo moviendo la cabeza de un lado para otro.- En veinte minutos te quiero ver en el salón con un vestido bonito. Y deberíamos tirar ese pijama que llevas puesto a la basura, está roto.
-A mí me gusta.
-¡Veinte minutos! -Se oyó la voz de su madre por el pasillo.
Dejó el libro sobre la mesita de noche y abrió el armario. ¿Para qué ponerse guapa si no tenían visita? Pagaría por poder tirarse con el pijama en el sofá, con una tarrina de helado y ver programas basura. Por hincharse a llorar viendo películas de amor poco románticas, o por salir de fiesta. Pero no, eso no es un buen ejemplo para Helena, ya saldrás...

*Abrir hotmail; escribir; click en enviar.*


Capítulo siete.

La nieve tapaba las casas rojizas y sus tradicionales luces de Navidad. Los niños jugaban en las puertas de las casas, mientras los adultos limpiaban la entrada. Se respiraba pureza en el aire, frío, mucho frío. Y la pequeña manía de Inglaterra, que no hacía salir al sol en ningún momento.
La casa era bastante grande, o al menos tenía que serlo para poder alojar a una familia tan numerosa. Tíos, tías, cuñados, cuñadas, abuelo y abuela se juntaron en el largo comedor decorado al más estilo vintage, mientras los más jóvenes ocupaban el sótano, lo más aislados posible de ellos.
Como excepción, él se encontraba en el jardín, dejando que el frío se introdujera en su gorro y sus guantes de lana. No había soltado el cuaderno y el bolígrafo desde que bajó del avión.

-Ey, colega. ¿Qué haces aquí, con el puto frío que hace? -su primo, un año menor que él, se le acercó y se sentó a su lado.
-¿Cuántas veces te he dicho que por decir palabrotas no eres más mayor? -se rió y le abrazó.- Cuánto tiempo, Álvaro. ¿Cómo te va segundo de bachillerato? Es bastante difícil.
-Bah, sabes que yo no me preocupo por esas cosas. Los 'venga chicos, que queda poco para selectividad' agobian mucho, pero tampoco es para tanto. Prefiero vivir la vida, y no preocuparme.

No respondió al comentario, él mismo había dicho eso en su momento pero no quería calentarse mucho la cabeza. Le había prometido a Alicia que no se arrepentiría, cuando tuviese la fuerza para hacerlo. Y ella le daba aquella fuerza. Sus palabras se repetían en su mente, como si de un eco se tratara. Palabras de apoyo, que tanto tiempo había estado esperando con ansia. Miraba al cielo y no podía evitar acordarse de ella. Quizás fuese lo único que les unía, a tantos kilómetros de distancia, y sentimientos.
Pensaba mucho en ella, y no llegó a entender el por qué. ¿Le gustaba? No puedes saber eso por una simple conversación de dos horas, no te mientas a ti mismo, pensó.

Un hombre mayor, con arrugas marcadas por toda la cara y un viejo jersey se acercó a la puerta. El silencio se rompió, y las reflexiones se interrumpieron.
-¡Eh, Álvaro, Jaime, entrad ya, que tenéis que poner la mesa!
Los dos entraron en el gran comedor, y se fijaron en las caras de sus familiares. Sonrisas, y felicitaciones para su tía recién comprometida y apunto de casarse. Se juntaban dos celebraciones, pero las dos unían a la familia, y quizás eso era lo que más necesitaban.
Los últimos meses no habían sido muy buenos, y volver a unirse para compartir buenas noticias y revivir el día de Navidad, prometía un gran comienzo.
Un comienzo de algo nuevo; y mejor.

Capítulo seis.

Se acopló en el taburete, mientras las personas que llenaban el bar, posaban su mirada en ella, en sus vaqueros ajustados y su camisa a cuadros. En su trenza pajiza y en lo bien maquillados que tenía los ojos. Se aclaró la voz y acercándose al micrófono, dijo:
-Gracias por venir, a todos. Empiezo con una canción que compuse el otro día; 'El odio hacía la Reina de Corazones'. Va para un amigo, aunque no esté hoy aquí.
Volvió a toser, suplicando que Álex hubiese grabado sus palabras. Quería enseñarle esa actuación a Jaime, enseñarle que se había acordado de él, y que incluso supo escribir una canción con una frase suya. Sonrió en los primeros acordes; ninguno de los que estaban allí se creerían que ese 'amigo', solo fuese amigo. Porque la gente desconfía, y porque las rubias, nunca han sido de fiar.

Segunda canción, y tercera. Un cover de Coldplay y un descanso. Un par de vasos de lo de siempre, y se vio rodeada de gente diciéndola que era buena en lo suyo, que la guitarra hacía una mezcla homogénea. Que querían oír más. Vuelta a acomodarse en el taburete, a aclararse la voz, y a esperar aplausos. Hacer un par de chistes, desmelenarse, y tocar otra canción. Y otra. Y una a capella, y otro cover más. Una hora tras otra, tras otra, y cada vez menos gente en el bar, cada vez más dinero en la barra. Cada vez, la sonrisa de Álex era mayor. Más bonita, más brillante. Sin quitarle la vista de encima, y eso la daba una seguridad inmensa. Él le daba la mayor seguridad, con su melena revuelta y su cabeza moviéndose al compás. Tierno de mierda, pensó. Sonrió, pero esta vez, no estaba pensado en Álex, ni en ninguna de las personas de bar. Jaime. Sentado en última fila, asintiendo y aplaudiendo a destiempo, tomándose algo en su honor. Tonterías, pensó, jamás querría venir a algo así.

-Eh, rubia. -Se giró. Álex la miraba fregando el último vaso sucio de la barra.- Buen concierto. ¿Cuánto era lo que te quedabas...?
-La mitad de las consumiciones durante estas dos últimas horas.
-Uhm, pues lo siento, está todo mezclado,  no sé cuánto es lo tuyo -Se rió, y dejó el vaso bajo la barra, despreocupado, profesional.
-Vamos, Álex, no me jodas.-Alicia tamborileaba con los dedos en la barra, nerviosa, con la guitarra al hombro. Echaba de menos a Jaime, hacía días que no hablaban, quizá estuviese ahora mismo conectado...- Tengo prisa.
-¿Cita con el novio? -Vaciló arqueando las cejas- Toma, lo de hoy, menos lo que valía la última bebida que pediste.
Tres billetes.
-Eres un imbécil.

Capítulo cinco.

Ya no recordaba la última vez que había durado tanto tiempo hablando con una misma persona. Siempre solía acabar hablando únicamente con monosílabos. Odiaba que todo el mundo fuese igual, que todos dijeran las mismas cosas, que la sociedad fuese tan monótona.
En cambio, esa conversación había sido diferente. Habían hablado de libros, recomendándose mútuamente sus 'libros preferidos'. Siempre decía que su libro favorito era aquel que había leído el último, porque había sido el último en impactarle. Ella le reprochaba que no podía comparar una buena obra de Paul Auster, con el último libro que él había podido leer. Continuaban hablando de películas, y esta vez la que se quedaba atrás era ella. Él había visto demasiadas películas en sus dieciocho años de vida, pero ella se decantaba más por los libros. También hablaron de sus grupos de música favoritos.

Jaime García dice:
Hasta el momento, no he visto nada igual a Sum 41, y no me digas que no son absolutamente geniales.
Alicia Martín dice:
Pieces. Es mi preferida. ¿De ahí viene tu nombre?
Jaime García dice:
Sí, bueno.. Es una historia larga, y no muy agradable.. ¿El tuyo de qué es, de tu película Disney preferida? ¿O es por el odio a la Reina de Corazones?

No sabía el por qué de esa 'confianza', si se podía llegar a llamar así, con aquella chica. La conocía de apenas unos días, y le hablaba como si de años se tratara. Siempre le había costado abrirse a otras personas: llegar a no preocuparse por lo que pudieran decirle o pensar de él.
'Sí, claro, hablamos otro día', había dicho. 'Otro día'. Seguramente ese día tardaría mucho en llegar. Su tía iba a casarse y pasarían las Navidades con ella y el resto de la familia en Inglaterra. No le había dicho nada, porque no creía que le interesara mucho su vida personal, pero en algún rincón de su mente quería poder decirle que no iban a poder hablar en lo que quedaban de vacaciones.

Las personas iban y venían, como era normal en un sitio como aquel. Niños con sus padres jugando con los carritos de maletas y tirando todo lo que tocaban al suelo, personas esperando a su vuelo dominados por el sueño, y las típicas parejas que acababan de reencontrase y no podían dejar de mimarse entre ellos.
La hora y media de viaje a Alicante no le había supuesto gran esfuerzo, pues él ya estaba acostumbrado a viajes largos todos los días. Eran las dos horas que le esperaban en el avión, con ese miedo a las alturas que él tenía, que le iban a costar aguantar.
Se propuso lo único que podía distraerle en condiciones como aquella: escribir. Un propósito, aunque no de Año Nuevo. Liberarse como podía, escapando de la realidad, de las circunstancias. Se había traído su antigua libreta, dónde escribió sus primeros poemas y relatos, que tantas situaciones había vivido con él.
Bajó la ventana para no marearse, apagó el móvil, cogió sus casos y su iPod y empezó a escuchar instrumentales en el piano. Agarró el bolígrafo, y empezó a escribir.

Capítulo cuatro.

*Abrir hotmail.*
Mensaje de Jaime García:
¿Irrealista? Venga ya, Alicia, ¿tú has visto tus entradas? He visto pocos blogs que me definan en unas pocas lineas, por decir un par. Y, no es por quedar bien, ya me gustaría a mí escribir así... 
Acabas por dejar a los '¿y si...?' a un lado, y te centras en el ahora, en lo que estás haciendo mal, pero no lo cambias. Somos estúpidos por naturaleza. 

Qué cierto. Estúpidos, estúpidos, ¡estúpidos! Y estúpida ella. ¿Confiar, dejarse llevar? Todo mentira. Las cosas solo acaban bien en los libros, e incluso en ellos hay finales agridulces, finales horribles. Pesadillas. Clickó en responder, y mientras esperaba a que se cargase la página, miró sus contactos. Estaba conectado, el tercer de sus contactos: Jaime García. ¿Para qué responderle un correo? Hizo doble click en su nombre y al instante una pantalla nueva se abrió. Y ahí estaba su foto. ¿Era él de verdad o...? Daba igual. Comenzó a escribir.

Alicia Martín dice:
Hola. Iba a responderte el correo, pero te he visto conectado y...
Jaime García dice:
Hola, Alicia. Sí, bueno, yo también estaba mirando el correo por si habías respondido. ¿Qué tal?

'¿Qué tal?' Mal, mal, mal. Además, ¿qué le importaba a él? 
-Tranquila, Alicia, solo intenta ser simpático.

Alicia Martín dice: 
Bien, bueno. ¿Y tú?
Jaime García dice:
También bien. ¿Sabes? Estuve pensando lo del blog, de volver a abrírmelo. Ni siquiera sé por qué lo borré...

Miente. Cuando acabas con algo en tu vida, sabes por qué es. Porque te duele, porque son demasiados recuerdos. Porque no tienes ganas, o porque te aburre. Pero no porque sí. Alicia suspiró, hoy estaba demasiado enfadada con el mundo. Quizá realmente Jaime no se acordaba, quizá hiciese mucho tiempo de que lo borró y...

Alicia Martín dice:
Me gustaría leerte. 
***
Habían prometido hablar otro día, él tenía cosas que hacer. Habían sido dos horas sonriendo a una pantalla, olvidando su odio segundo a segundo, respuesta a respuesta. Las palabras rebotaban en su mente: 'Jaime. Dieciocho. Murcia. Me pareciste simpática desde el primer correo. Todos tenemos malos recuerdos. Sí, claro, hablamos otro día.'  Una y otra vez. Un bucle infinito. Y, a veces, las pocas sonrisas verdaderas.

Capítulo tres.

*Abrir hotmail.*
Mensaje de A_InWonderland:
¿Yo? ¿Publicar un libro? Jaime, me parece a mí que eres demasiado irrealista. Jajaja, qué va. No creo que llegue a tal extremo. Aunque es un sueño que queda por cumplir, como muchos otros.. Como dices, los '¿y sí hubiera..?' son lo peor. El remordimiento acaba matándote..
Oh. Alicia, encantada también.

Esa chica parecía interesante.. Su nombre le hacía mucha gracia cada vez que lo leía; siempre había querido llamar a una Alicia, 'del País de las Maravillas'. Quizás lo probaría con ella en algún momento. Quizás llegaría a conocer a esa tal Alicia, mucho más a fondo.
-¿Pero qué dices, Jaime? ¿A dónde pretendes ir? -le replicaba su interior.
Se echó para atrás, y se tumbó sobre su colcha de Ralph Lauren, que tantas personas había visto ir y venir, dejándole a un lado. Lágrimas empezaron a caer por sus mejillas. Lágrimas de impotencia, de frustración. Jamás se había sentido como ese último mes, y seguía sin entender qué era lo que le pasaba.
Prometió que no lo haría nunca más, pero decidió romper esa promesa. Sabía que todo acabaría mal, que acabaría destrozado como en muchas otras ocasiones, que ella acabaría cansándose de él, pero le daba igual. Ya no podía perder a nadie más: se había perdido a él mismo.
Así que lo hizo; le dio una oportunidad a esa chica, a Alicia.

*Escribir; click en enviar; cerrar hotmail.*

No había vuelto a leer desde lo ocurrido, igual que escribir. Necesitaba inspirarse, explotar. Decidió volver a leer aquel libro que tanto le había marcado en su momento, y así lo hizo.
Había tormenta. La gotas de lluvia golpeaban fuertemente contra la ventana, y traían con ellas miles de recuerdos. Miles de momentos junto a ellos.

-¡Cógeme, vamos a actuar como en las películas! ¡Venga Jaime, no me seas aburrido y baila conmigo!
-¿Tú estás loca? ¡Está lloviendo a mares, deberíamos volver!

Ella le miró con esa cara que hacía que le saltara el corazón. Entonces, la agarró de la cintura y se sumergieron en un vals. Los dos reían, y resbalaban con el suelo de la azotea. El sentimiento de pasión invadía sus ojos y su ropa mojada. Bailaron y bailaron, hasta que se dieron cuenta de la hora. Las doce de la noche, y al día siguiente debían volver a casa temprano. Pero en ese momento, no les importaba.
Habían pasado tanto tiempo separados, que cuando tenían la oportunidad de verse perdían el control.
Finalmente, los dos se cayeron al suelo envueltos de alegría. Se miraron a los ojos, y vieron aquellos niños jugando al escondite, que pasaron a ser mejores amigos graduándose, y más tarde yendo a la universidad.
La lluvia cesó, y la luna dejó al descubierto sus cuerpos empapados; con sentimientos clandestinos.