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¡Hemos llegado a las dos mil visitas!
Estela y yo hemos decidido que -si queréis- podemos hacer algo especial para celebrarlo.
Para ello necesitamos ideas. Si tenéis alguna sugerencia, podéis contactar con nosotras en Twitter (María y Estela).
Si no venís con ninguna no haremos nada y todos moriremos de tristeza.

Capítulo dieciséis.

-Tienes una voz bonita.
-Pero qué dices... no... -notó como su voz se cortaba y sus mejillas enrojecían. Sentía estar tocando la locura con la punta de los dedos.
-Creía que no íbamos a hablar nunca...
-Ya, bueno, yo... es que hablar por teléfono no... -su lengua se trababa y quería morirse, era una vergüenza inaguantable, quién la viese...
-Ey, tranquila, Alicia -dijo, y eso la hizo sonreír, por fin una sonrisa. El chico se apartó de la línea del móvil un momento, y habló con alguien. Ella sujetaba el móvil, con las manos sudorosas, mientras giraba en la cama de un lado para el otro. Jaime se aclaró la garganta y volvió a hablar.- Tengo que irme...
Y nada más oír eso, juró que había oído un 'pero no quiero'.

Tras cientos de minutos desparramados en la tarifa de su número, habían quedado en verse pronto, en hacer una videollamada. En descubrir si realmente él era como en su foto de perfil, si realmente él tenía motivos para infravalorarse y sentirse inferior al resto. Ella confiaba en que no, y quería hacerle cambiar de opinión. Quería verle sonreír alguna vez al menos; se lo merecía. Después de tantas madrugadas animándose el uno al otro, de tantas conversaciones picándose, riéndose. De tantos ratos echándose de menos, a cientos de kilómetros una sonrisa de la otra.

Entró, sujetandole la puerta a un hombre mayor que salía con una bonita sonrisa en la cara.
-Veo que ahora tenéis un público más jóven, eh. -Se rió, sentándose en un taburete libre.
-Desde que has entrado tú por la puerta sí. -Dijo señalando a un trío de quinceañeros que la miraban desde el otro lado del local.- Tengo algo que proponerte, rubia -la miró subiendo y bajando las cejas, con su sonrisa torcida.
-Va, dime, pero antes ponme lo de siempre, anda...
***

Mientras James Blunt sonaba, y los recuerdos se agolpaban entre las cuatro paredes de su habitación, Alicia miraba las fotos de su móvil. Las más antiguas, las de hace un año. Ella, con el pelo un poco más claro, subida a la espalda de él, sonriendo. Ella, sentada en las piernas de él, sacándole la lengua. Fotos de Julia, de Helena, de su pasado... Ella, tirada en una toalla de playa poniéndose morena, con unas gafas de sol. Miró sus muñecas en la foto, y sonrió con amargura bajándose la manga de la camiseta. No tendría que haberlo hecho. 
Se secó las lágrimas, y le mandó un mensaje de buenas noches a Jaime; mañana tenían una cita.

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