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¡Hemos llegado a las dos mil visitas!
Estela y yo hemos decidido que -si queréis- podemos hacer algo especial para celebrarlo.
Para ello necesitamos ideas. Si tenéis alguna sugerencia, podéis contactar con nosotras en Twitter (María y Estela).
Si no venís con ninguna no haremos nada y todos moriremos de tristeza.

Capítulo once.

Otra noche comercial. Aunque esta vez la entendía menos aún. ¿Qué iba a cambiar desde las 23:59 de un día, hasta las 00:00 de otro? Nada. Simplemente era otra manera de vender champán y uvas sin hueso. Él se podría ganar la vida así, vendiendo uvas para Año Nuevo.
La nieve había perdido el encanto, y que no saliera el sol empezaba a ser desesperante. Lo único bueno que había pasado desde aquel día había sido la boda de su tía, y ni si quiera había sido tan emocionante. Sobre todo porque él ya no creía en el amor.
El frío había congelado las emociones, y él se sentía atrapado en una ciudad que ni siquiera tenía mar. Él sin mar no era nada.. Sin ti no soy nada, una gota de lluvia mojando mi cara, se rió. Nació con el mar, y formaba una parte de él. Sin el mar, no conseguía aclararse, ni entender nada. Llevaba una semana sin él, y ya empezaba a sentirse extraño.
Mentía. Había otra cosa, o mejor dicho persona, que le hacía sentir mejor. Alicia. Desde que le dio su número, no habían dejado de hablar ni un sólo día. Empezaban a conocerse, a picarse entre ellos y a hablar a medianoche. En las películas las parejas locamente enamoradas hablaban por la noche. Bah, no llegaremos a eso nunca, se repetía


-Cinco.. Cuatro.. Tres.. Dos.. Uno.. ¡Feliz Año Nuevo!
Él no tomaba uvas, él hacía 'propósitos de Año Nuevo'. Aunque en realidad era una excusa para que su madre no le dijera nada de: Es que ni tomas uvas, ni haces nada. Por favor, Jaime. Participa un poco en esta fiesta, aunque no te guste.
Todos empezaron a mandar mensajes por el móvil; Whatsapp por aquí, Whatsapp por allá. Él ya no tenía a quién mandar mensajes, ni a quién felicitar el Año Nuevo, ni nada, en realidad. Todos se habían ido, o mejor dicho, todos le habían abandonado.
Se sentía como un perro del que se habían desecho por no ser lo suficientemente suave, o juguetón. Recuerdos volvieron a invadir su pensamiento, palabras empezaron a sonar en su cabeza, y la vista se le empezó a nublar. No quería llorar, se supone que era un día feliz, de oportunidades, de comienzos. Se fue corriendo a su habitación, y respiró el aire helado de la ventana. Se dejó caer al suelo, y apretó fuertemente sus rodillas contra el pecho.
Alicia.

*Abrir Whatsapp.*
Jaime: Hace tiempo que no decía esto, pero.. Hagamos que este año sea mejor que el anterior. Sé que has pasado por malos momentos este último año, y también sé que tú sabes lo mismo de mí. 
Quiero proponerte una cosa. Vamos a guardar el pasado, y a empezar a escribir el presente. Vamos darnos una oportunidad, porque la merecemos. Juntos.
PD: Feliz Año Nuevo, Alicia.
*Cerrar Whatsapp; apagar el móvil.*

No tenía ni idea de por qué lo había hecho, ni cómo se había atrevido. Simplemente había escrito lo que sentía, y no quería recibir respuesta alguna todavía. Temblando, se fue al cuarto de baño, y se miró en aquel espejo que tantas veces le había acomplejado. Se miró a sus ojos rojos, su pelo revuelto, y su chaqueta. No le gustaba aquel color, no le gustaba su pelo, ni sus ojos.
Se lavó la cara una y otra vez. Se convenció de que todo iría bien, y de que ya no podía volver atrás. El corazón había hablado, y eso era lo que le quería decir.
Practicó una sonrisa varias veces, y salió. Salió a enfrentarse a la realidad.

Capítulo diez.

*Abrir Whatsapp; nuevo mensaje.*
608945614: Feliz Navidad a ti también, Alicia.
Alicia: ¿Eres...?
608945614: Jaime. ¿Cómo te va todo?

Jaime. Había recibido su correo, había guardado su número... ¿con qué nombre la habría guardado? ¿Alicia Madrid; Alicia Martín, Alicia In Wonderland? Soltó una carcajada. No, imposible, pensó. Habría escuchado Six Degrees of Separation, medio obligado, la única canción que no le gusta de The Script. Raro, rarísimo. Esa canción era como un comodín de sentimientos, no lograba entenderlo. Aunque quizá, como a ella, le traía demasiados recuerdos. Quizá era demasiado difícil para él escuchar la canción, y no como a ella, que la ayudaba a seguir adelante. Se sintió mal por él. Guardó su teléfono en la memoria, incluso con leerlo un par de veces era capaz de recordarlo.

Alicia: Bien, aunque me encantaría salir de casa ahora que están todos tirados en el sofá... ¿Y a ti cómo te va?
Jaime: Está nevando y es precioso. Te encantaría verlo.
Alicia: ¿Nevando, en Murcia?

Y mientras Jaime escribía y escribía, Alicia pulsó en la foto del perfil del chico. Tardó unos segundos en cargarse, y luego, su sonrisa iluminó la habitación entera. Salía de medio cuerpo, con un skate bajo el brazo, y el pelo revuelto. Se podía ver una clara camiseta de Sum 41, y entonces Alicia sonrió como idiota. Incluso llegó a reírse a carcajadas. Es mono, pensó, y tiene unos ojos bonitos. Una mezcla entre verde y marrón, mientras estos se entrecerraban. Pero, nadie es tan guapo como su foto de perfil. Nadie es quién dice ser. Y quién sabe si él también mentía.

*Responder; sonreír; bloquear móvil.*

Capítulo nueve.

Había llegado el día. La sociedad comercializaba mucho aquel día, por eso a él nunca le había gustado celebrar ese tipo de cosas. Esta vez fue diferente. Nochebuena significaba mucho para su familia, y él no pensaba estropear las risas que se podían oír a kilómetros, o la alegría que transmitía toda su familia, por el mero hecho de que no le gustaba esa fiesta.
Era de noche. Todos 'los mayores' se habían emborrachado y estaban que se caían al suelo, y 'los pequeños' andaban diciendo de acostarse pronto para esperar a Papá Noel. A él nadie le reclamaba, así que decidió meterse en el ordenador y ver un par de vídeos atrasados de sus videobloggers preferidos.

*Abrir hotmail.*
Mensaje de Alicia Martín:
Jaime, hola. Llevamos varios días sin hablar, y desde aquella noche..
Me gustaría volver a repetir nuestra conversación tan interesante, y he pensado.. que te podría dar mi número, y así hablamos por WA, si tienes.
También aprovecho para felicitarte la Navidad, aunque sé que no te gusta. Jajajaja.
Y te dejo esta canción, que también sé que adoras.
http://www.youtube.com/watch?v=EprNSogV11k

No se esperaba algo así, ni mucho menos. No trató de disimular la alegría al ver que ella se había acordado de él, y más aún que le hubiera dado su teléfono. Cogió rápidamente su móvil y la agrego. Alicia In Wonderland, escribió como nombre. Esperó el tiempo necesario para que su blackberry procesara tal información, y poder ver su perfil de Whatsapp.
Pensó en la canción, Six Degrees of Separation. Él mintió y dijo que aquella era la única canción de The Script que no le gustaba, por eso ella había hecho aquel comentario. Sin embargo, no la odiaba, simplemente le traía demasiados recuerdos, y decidió no volver a escucharla, nunca más.
Pero ese nunca más, era falso. Igual que el nunca más volveré a escribir. Aunque ya no le importaba. Le había dejado de importar cuando la conoció.
La foto de perfil de Alicia se cargó, y él volvió a ver su cara. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Quería mandarle un mensaje, pero tampoco sabía exactamente qué decirle. Entonces, la suerte habló por sí sola.
-¡Eh, Jaime! ¿Qué haces aquí? Estamos ya todos listos para cenar, venga bájate. Sabes que la tía Ángela se enfada si llegamos tarde. Ha traído a su prometido, ¿te lo puedes creer? Ya está igual de borracho que todos los demás. Qué imbéciles.- Álvaro hablaba demasiado en los momentos menos oportunos.
-Em.. Ya.. ¡Ya voy! Sí, claro.. Un segundo.

*Abrir Whatsapp; escribir; enviar.*

Capítulo ocho.

-¿Te queda mucho para salir del baño? No me aguanto...
Una carita molesta se asomó por el hueco que quedaba abierto de la puerta. Llevaba un vestido rojo de pana, con unos leotardos blancos. Se le habían desecho las coletas que su madre la hacía hecho minutos antes, y se había quitado los zapatitos rojos; sus padres la matarían si supieran lo negras que tenía las plantas de los pies de correr por toda la casa.
-Espera, Helena, un momento.
La hizo pasar, mientras ella se enrollaba la toalla rosa al cuerpo. Limpió el espejo lleno de vaho y se miró: tenía unas ojeras que rozaban el suelo. Suspiró, y se agachó delante de su hermana.
-A ver, preciosa, levántate el vestido.
Mientras las diminutas manos sostenían los volantes del vestido, Alicia bajó los leotardos y las braguitas de Helena. Esta se sentó en la taza del váter y empezó a decir que de mayor, quería ser tan guapa como ella. No digas tonterías, Helena...

-¿Todavía estás así? -Dijo su madre aterrorizada cuando entró en la habitación de su hija.
Alicia quitó la vista de su libro, y miró a su madre. Vestida con un bonito traje color marrón, y el delantal de barquitos puesto por encima. Olía a pescado.
-¿Qué? No tenemos visita, es un día cualquiera...
-¡Es Noche Buena, Alicia, No-che-Bue-na! -Dijo moviendo la cabeza de un lado para otro.- En veinte minutos te quiero ver en el salón con un vestido bonito. Y deberíamos tirar ese pijama que llevas puesto a la basura, está roto.
-A mí me gusta.
-¡Veinte minutos! -Se oyó la voz de su madre por el pasillo.
Dejó el libro sobre la mesita de noche y abrió el armario. ¿Para qué ponerse guapa si no tenían visita? Pagaría por poder tirarse con el pijama en el sofá, con una tarrina de helado y ver programas basura. Por hincharse a llorar viendo películas de amor poco románticas, o por salir de fiesta. Pero no, eso no es un buen ejemplo para Helena, ya saldrás...

*Abrir hotmail; escribir; click en enviar.*


Capítulo siete.

La nieve tapaba las casas rojizas y sus tradicionales luces de Navidad. Los niños jugaban en las puertas de las casas, mientras los adultos limpiaban la entrada. Se respiraba pureza en el aire, frío, mucho frío. Y la pequeña manía de Inglaterra, que no hacía salir al sol en ningún momento.
La casa era bastante grande, o al menos tenía que serlo para poder alojar a una familia tan numerosa. Tíos, tías, cuñados, cuñadas, abuelo y abuela se juntaron en el largo comedor decorado al más estilo vintage, mientras los más jóvenes ocupaban el sótano, lo más aislados posible de ellos.
Como excepción, él se encontraba en el jardín, dejando que el frío se introdujera en su gorro y sus guantes de lana. No había soltado el cuaderno y el bolígrafo desde que bajó del avión.

-Ey, colega. ¿Qué haces aquí, con el puto frío que hace? -su primo, un año menor que él, se le acercó y se sentó a su lado.
-¿Cuántas veces te he dicho que por decir palabrotas no eres más mayor? -se rió y le abrazó.- Cuánto tiempo, Álvaro. ¿Cómo te va segundo de bachillerato? Es bastante difícil.
-Bah, sabes que yo no me preocupo por esas cosas. Los 'venga chicos, que queda poco para selectividad' agobian mucho, pero tampoco es para tanto. Prefiero vivir la vida, y no preocuparme.

No respondió al comentario, él mismo había dicho eso en su momento pero no quería calentarse mucho la cabeza. Le había prometido a Alicia que no se arrepentiría, cuando tuviese la fuerza para hacerlo. Y ella le daba aquella fuerza. Sus palabras se repetían en su mente, como si de un eco se tratara. Palabras de apoyo, que tanto tiempo había estado esperando con ansia. Miraba al cielo y no podía evitar acordarse de ella. Quizás fuese lo único que les unía, a tantos kilómetros de distancia, y sentimientos.
Pensaba mucho en ella, y no llegó a entender el por qué. ¿Le gustaba? No puedes saber eso por una simple conversación de dos horas, no te mientas a ti mismo, pensó.

Un hombre mayor, con arrugas marcadas por toda la cara y un viejo jersey se acercó a la puerta. El silencio se rompió, y las reflexiones se interrumpieron.
-¡Eh, Álvaro, Jaime, entrad ya, que tenéis que poner la mesa!
Los dos entraron en el gran comedor, y se fijaron en las caras de sus familiares. Sonrisas, y felicitaciones para su tía recién comprometida y apunto de casarse. Se juntaban dos celebraciones, pero las dos unían a la familia, y quizás eso era lo que más necesitaban.
Los últimos meses no habían sido muy buenos, y volver a unirse para compartir buenas noticias y revivir el día de Navidad, prometía un gran comienzo.
Un comienzo de algo nuevo; y mejor.

Capítulo seis.

Se acopló en el taburete, mientras las personas que llenaban el bar, posaban su mirada en ella, en sus vaqueros ajustados y su camisa a cuadros. En su trenza pajiza y en lo bien maquillados que tenía los ojos. Se aclaró la voz y acercándose al micrófono, dijo:
-Gracias por venir, a todos. Empiezo con una canción que compuse el otro día; 'El odio hacía la Reina de Corazones'. Va para un amigo, aunque no esté hoy aquí.
Volvió a toser, suplicando que Álex hubiese grabado sus palabras. Quería enseñarle esa actuación a Jaime, enseñarle que se había acordado de él, y que incluso supo escribir una canción con una frase suya. Sonrió en los primeros acordes; ninguno de los que estaban allí se creerían que ese 'amigo', solo fuese amigo. Porque la gente desconfía, y porque las rubias, nunca han sido de fiar.

Segunda canción, y tercera. Un cover de Coldplay y un descanso. Un par de vasos de lo de siempre, y se vio rodeada de gente diciéndola que era buena en lo suyo, que la guitarra hacía una mezcla homogénea. Que querían oír más. Vuelta a acomodarse en el taburete, a aclararse la voz, y a esperar aplausos. Hacer un par de chistes, desmelenarse, y tocar otra canción. Y otra. Y una a capella, y otro cover más. Una hora tras otra, tras otra, y cada vez menos gente en el bar, cada vez más dinero en la barra. Cada vez, la sonrisa de Álex era mayor. Más bonita, más brillante. Sin quitarle la vista de encima, y eso la daba una seguridad inmensa. Él le daba la mayor seguridad, con su melena revuelta y su cabeza moviéndose al compás. Tierno de mierda, pensó. Sonrió, pero esta vez, no estaba pensado en Álex, ni en ninguna de las personas de bar. Jaime. Sentado en última fila, asintiendo y aplaudiendo a destiempo, tomándose algo en su honor. Tonterías, pensó, jamás querría venir a algo así.

-Eh, rubia. -Se giró. Álex la miraba fregando el último vaso sucio de la barra.- Buen concierto. ¿Cuánto era lo que te quedabas...?
-La mitad de las consumiciones durante estas dos últimas horas.
-Uhm, pues lo siento, está todo mezclado,  no sé cuánto es lo tuyo -Se rió, y dejó el vaso bajo la barra, despreocupado, profesional.
-Vamos, Álex, no me jodas.-Alicia tamborileaba con los dedos en la barra, nerviosa, con la guitarra al hombro. Echaba de menos a Jaime, hacía días que no hablaban, quizá estuviese ahora mismo conectado...- Tengo prisa.
-¿Cita con el novio? -Vaciló arqueando las cejas- Toma, lo de hoy, menos lo que valía la última bebida que pediste.
Tres billetes.
-Eres un imbécil.

Capítulo cinco.

Ya no recordaba la última vez que había durado tanto tiempo hablando con una misma persona. Siempre solía acabar hablando únicamente con monosílabos. Odiaba que todo el mundo fuese igual, que todos dijeran las mismas cosas, que la sociedad fuese tan monótona.
En cambio, esa conversación había sido diferente. Habían hablado de libros, recomendándose mútuamente sus 'libros preferidos'. Siempre decía que su libro favorito era aquel que había leído el último, porque había sido el último en impactarle. Ella le reprochaba que no podía comparar una buena obra de Paul Auster, con el último libro que él había podido leer. Continuaban hablando de películas, y esta vez la que se quedaba atrás era ella. Él había visto demasiadas películas en sus dieciocho años de vida, pero ella se decantaba más por los libros. También hablaron de sus grupos de música favoritos.

Jaime García dice:
Hasta el momento, no he visto nada igual a Sum 41, y no me digas que no son absolutamente geniales.
Alicia Martín dice:
Pieces. Es mi preferida. ¿De ahí viene tu nombre?
Jaime García dice:
Sí, bueno.. Es una historia larga, y no muy agradable.. ¿El tuyo de qué es, de tu película Disney preferida? ¿O es por el odio a la Reina de Corazones?

No sabía el por qué de esa 'confianza', si se podía llegar a llamar así, con aquella chica. La conocía de apenas unos días, y le hablaba como si de años se tratara. Siempre le había costado abrirse a otras personas: llegar a no preocuparse por lo que pudieran decirle o pensar de él.
'Sí, claro, hablamos otro día', había dicho. 'Otro día'. Seguramente ese día tardaría mucho en llegar. Su tía iba a casarse y pasarían las Navidades con ella y el resto de la familia en Inglaterra. No le había dicho nada, porque no creía que le interesara mucho su vida personal, pero en algún rincón de su mente quería poder decirle que no iban a poder hablar en lo que quedaban de vacaciones.

Las personas iban y venían, como era normal en un sitio como aquel. Niños con sus padres jugando con los carritos de maletas y tirando todo lo que tocaban al suelo, personas esperando a su vuelo dominados por el sueño, y las típicas parejas que acababan de reencontrase y no podían dejar de mimarse entre ellos.
La hora y media de viaje a Alicante no le había supuesto gran esfuerzo, pues él ya estaba acostumbrado a viajes largos todos los días. Eran las dos horas que le esperaban en el avión, con ese miedo a las alturas que él tenía, que le iban a costar aguantar.
Se propuso lo único que podía distraerle en condiciones como aquella: escribir. Un propósito, aunque no de Año Nuevo. Liberarse como podía, escapando de la realidad, de las circunstancias. Se había traído su antigua libreta, dónde escribió sus primeros poemas y relatos, que tantas situaciones había vivido con él.
Bajó la ventana para no marearse, apagó el móvil, cogió sus casos y su iPod y empezó a escuchar instrumentales en el piano. Agarró el bolígrafo, y empezó a escribir.

Capítulo cuatro.

*Abrir hotmail.*
Mensaje de Jaime García:
¿Irrealista? Venga ya, Alicia, ¿tú has visto tus entradas? He visto pocos blogs que me definan en unas pocas lineas, por decir un par. Y, no es por quedar bien, ya me gustaría a mí escribir así... 
Acabas por dejar a los '¿y si...?' a un lado, y te centras en el ahora, en lo que estás haciendo mal, pero no lo cambias. Somos estúpidos por naturaleza. 

Qué cierto. Estúpidos, estúpidos, ¡estúpidos! Y estúpida ella. ¿Confiar, dejarse llevar? Todo mentira. Las cosas solo acaban bien en los libros, e incluso en ellos hay finales agridulces, finales horribles. Pesadillas. Clickó en responder, y mientras esperaba a que se cargase la página, miró sus contactos. Estaba conectado, el tercer de sus contactos: Jaime García. ¿Para qué responderle un correo? Hizo doble click en su nombre y al instante una pantalla nueva se abrió. Y ahí estaba su foto. ¿Era él de verdad o...? Daba igual. Comenzó a escribir.

Alicia Martín dice:
Hola. Iba a responderte el correo, pero te he visto conectado y...
Jaime García dice:
Hola, Alicia. Sí, bueno, yo también estaba mirando el correo por si habías respondido. ¿Qué tal?

'¿Qué tal?' Mal, mal, mal. Además, ¿qué le importaba a él? 
-Tranquila, Alicia, solo intenta ser simpático.

Alicia Martín dice: 
Bien, bueno. ¿Y tú?
Jaime García dice:
También bien. ¿Sabes? Estuve pensando lo del blog, de volver a abrírmelo. Ni siquiera sé por qué lo borré...

Miente. Cuando acabas con algo en tu vida, sabes por qué es. Porque te duele, porque son demasiados recuerdos. Porque no tienes ganas, o porque te aburre. Pero no porque sí. Alicia suspiró, hoy estaba demasiado enfadada con el mundo. Quizá realmente Jaime no se acordaba, quizá hiciese mucho tiempo de que lo borró y...

Alicia Martín dice:
Me gustaría leerte. 
***
Habían prometido hablar otro día, él tenía cosas que hacer. Habían sido dos horas sonriendo a una pantalla, olvidando su odio segundo a segundo, respuesta a respuesta. Las palabras rebotaban en su mente: 'Jaime. Dieciocho. Murcia. Me pareciste simpática desde el primer correo. Todos tenemos malos recuerdos. Sí, claro, hablamos otro día.'  Una y otra vez. Un bucle infinito. Y, a veces, las pocas sonrisas verdaderas.

Capítulo tres.

*Abrir hotmail.*
Mensaje de A_InWonderland:
¿Yo? ¿Publicar un libro? Jaime, me parece a mí que eres demasiado irrealista. Jajaja, qué va. No creo que llegue a tal extremo. Aunque es un sueño que queda por cumplir, como muchos otros.. Como dices, los '¿y sí hubiera..?' son lo peor. El remordimiento acaba matándote..
Oh. Alicia, encantada también.

Esa chica parecía interesante.. Su nombre le hacía mucha gracia cada vez que lo leía; siempre había querido llamar a una Alicia, 'del País de las Maravillas'. Quizás lo probaría con ella en algún momento. Quizás llegaría a conocer a esa tal Alicia, mucho más a fondo.
-¿Pero qué dices, Jaime? ¿A dónde pretendes ir? -le replicaba su interior.
Se echó para atrás, y se tumbó sobre su colcha de Ralph Lauren, que tantas personas había visto ir y venir, dejándole a un lado. Lágrimas empezaron a caer por sus mejillas. Lágrimas de impotencia, de frustración. Jamás se había sentido como ese último mes, y seguía sin entender qué era lo que le pasaba.
Prometió que no lo haría nunca más, pero decidió romper esa promesa. Sabía que todo acabaría mal, que acabaría destrozado como en muchas otras ocasiones, que ella acabaría cansándose de él, pero le daba igual. Ya no podía perder a nadie más: se había perdido a él mismo.
Así que lo hizo; le dio una oportunidad a esa chica, a Alicia.

*Escribir; click en enviar; cerrar hotmail.*

No había vuelto a leer desde lo ocurrido, igual que escribir. Necesitaba inspirarse, explotar. Decidió volver a leer aquel libro que tanto le había marcado en su momento, y así lo hizo.
Había tormenta. La gotas de lluvia golpeaban fuertemente contra la ventana, y traían con ellas miles de recuerdos. Miles de momentos junto a ellos.

-¡Cógeme, vamos a actuar como en las películas! ¡Venga Jaime, no me seas aburrido y baila conmigo!
-¿Tú estás loca? ¡Está lloviendo a mares, deberíamos volver!

Ella le miró con esa cara que hacía que le saltara el corazón. Entonces, la agarró de la cintura y se sumergieron en un vals. Los dos reían, y resbalaban con el suelo de la azotea. El sentimiento de pasión invadía sus ojos y su ropa mojada. Bailaron y bailaron, hasta que se dieron cuenta de la hora. Las doce de la noche, y al día siguiente debían volver a casa temprano. Pero en ese momento, no les importaba.
Habían pasado tanto tiempo separados, que cuando tenían la oportunidad de verse perdían el control.
Finalmente, los dos se cayeron al suelo envueltos de alegría. Se miraron a los ojos, y vieron aquellos niños jugando al escondite, que pasaron a ser mejores amigos graduándose, y más tarde yendo a la universidad.
La lluvia cesó, y la luna dejó al descubierto sus cuerpos empapados; con sentimientos clandestinos.

Capítulo dos.

*Abrir hotmail.*
Mensaje de S41_Jota:
Tenía blog, pero lo borré. No sé por qué sigue saliendo en mi perfil... ¿Acabas de empezar hace poco a escribir? Pues, en serio, lo haces bastante bien. ¿Has pensado en publicar algo, un libro de relatos cortos? Creo que Paul Auster publicó algo como un diario... Espera, que me voy del tema JAJAJA Sí, creo que tienes razón, que arrepentirse solo empeora. Ese '¿y qué hubiese pasado si...?' nunca es bueno.
Encantado, me llamo Jaime.

'Encantado, me llamo Jaime.' ¿Quién hoy en día seguía presentándose así? Da igual, parecía majo y... ¿leía a Paul Auster? Eso pintaba bien... Quizá demasiado. Sonrió, de las pocas sonrisas verdaderas últimamente. Empezó a teclear mientras tarareaba la canción de sus cascos. The Script. Escribía y borraba. ¿Cómo sabía qué era lo que tenía que decir? ¿Cómo sabía que igual no recibía respuesta a sus mensajes? Aunque si ya la había respondido una vez... Vuelta a borrar todo el párrafo. Vuelta a no saber que decir. Vuelta a pensar en los recuerdos. A autodañarse.
-Si pudiese borrarte como tú a mí... -murmuró.
Adiós la única sonrisa del día. Adiós mundo. Subió el volumen de la música, cerró los ojos y tecleó. Total, a Jaime le daría lo mismo lo que le dijese, no la conocía, no la conocería.

*Click en enviar; apagar ordenador.*

-Va, Álex, ponme lo de siempre. -Dijo sentándose en el taburete.
-¿Qué pasa, rubia, problemas en casa?
Empezó a mezclar un par de botellas, a cambiar de vaso, y a coger hielo con una pinza de metal. Con la confianza, podría cogerlos con las yemas de las manos, y echarlos. Profesionalidad en estado puro, o gaseoso, como las burbujas que subían a la superficie del líquido oscuro.
-Pues como siempre. ¿Sigue en pie lo de que venga el viernes con la guitarra o...?
-Sí, claro, cada vez que tocas viene más gente, consumen más. -Colocó el vaso delante de ella, y sonrió- Eres una inversión, chica.
Dio un trago al vaso, dos. Quizá podría haberse bebido todo de una sola vez. 'Una inversión', siempre algo de valor material. Notó como se le agolpaban las lágrimas en los ojos, y le temblaban las piernas. Como el líquido atravesaba lentamente su garganta y chocaba en su estómago. Como quería correr, llorar y perderse. Pero no podía permitirse el lujo de llorar.
-¿Todo bien?
Parpadeó varias veces y miró a Álex, con su sonrisa, su mirada y su pelo alborotado. Esperaba algo. Una lágrima, una contestación rápida. Pero a ella solo le quedaban excusas. Sonrió.
-Claro. Nos vemos el viernes. -Dijo levantándose y poniendo un billete sobre la barra.


Capítulo uno.

*Abrir hotmail.*
Mensaje de A_InWonderland:
¿Qué clase de persona deja un comentario en el blog de otra, y ni se atreve a tener un blog? Jajaja, perdóname. Es sólo que he visto tu comentario, y teniendo en cuenta que me hice el blog hace poco, me hizo mucha ilusión que me dejaras ese comentario. Dejando a un lado mi tontería..
Hay cosas a las que no se puede volver, y aunque fuera posible por consiguiente viviríamos en un costante arrepentimiento, y no creo que eso sea bueno para nadie.

Jaime se rió. Aquella chica no solo tenía un nombre que le hizo soltar una pequeña carcajada, sino que le había hecho pensar en las razones de la eliminación de su blog. La cantidad de recuerdos que yacían en aquel blog no hacían más que recordar el dolor causado, pero quizás no tendría que haberlo borrado. Todo el mundo hablaba de su gran dote para la escritura, hasta él mismo lo había reconocido en alguna ocasión. Dar lugar a perder todas esas pequeñas piezas de arte que solía escribir, después de pensar en lo que había dicho A_InWonderland, no había sido una buena idea. Pero, al igual que ella había dicho, arrepentirse no servía de nada.
Hasta entonces algo como lo que acababa de pensar le habría parecido una locura, pero en ese momento, después de leer ese correo, decidió volver a escribir. Quería escribir, pero no de la misma manera que aquellos ocho meses pasados. Quería volver a darse una oportunidad.
Y eso iba a hacer.

*Escribir; click en enviar; cerrar hotmail.*

Tenía ganas de pensar en cómo iba hacerlo. Cómo iba a volver a tocar esas teclas, teclas que habían pasado tantos momentos, tantos sentimientos. Así que decidió irse al único sitio dónde podía olvidarse de todo por unos instantes.
Cogió las llaves de la mesa, se puso su gorro, imprescindible para él, y salió de su habitación. Cruzó la puerta de la cocina, y contempló el despilfarro que había, ya que su madre estaba cocinando.
-¿A dónde vas ahora, Jaime? Llevo ya dos semanas de vacaciones, y no te he visto el pelo ni una sola vez. A ver si pasas más tiempo aquí, pareces un fantasma que aparece de vez en cuando.
-Me voy a la playa. Volveré en unas horas, después del anochecer.
Salió de la casa, y no pudo evitar pensar en las palabras de su madre. Ese último mes había estado evitándola hasta el punto de salir a cenar 'con amigos' inexistentes. No quería que se preocupara por él, y había pensado que la única forma era no tener contacto alguno con ella.
Llegó a la playa, y se volvió a cruzar con los mismos tipos de siempre: el dueño del chiringuito y su peculiar amigo, que siempre estaba con él.
-¿Otra vez aquí, eh? A ver si esta vez no vuelves con los ojos rojos.
Comentarios como esos solía recibir, y solía olvidar. Ellos creían que era drogadicto, porque aquel sitio era dónde solía juntarse ese tipo de gente. Jaime solía ir allí porque sabría que nadie le buscaría. Si algo hacía que volviera con los ojos así, era la de veces que se había echado a llorar.

Introducción.

*Abrir blog; escribir.*
<<Vimos al sol enamorarse de la luna, y como niños irracionales, jugamos a copiarlos. 
Jugamos a desafiarles.
A ser amantes ardientes y fríos, esperando el primer eclipse para vernos. Para sentirnos, quemarnos, empujarnos. Para hacer el amor sin cansarnos, y borrarnos los ombligos  Los puntos de equilibrio. Caernos, el uno por el otro. El uno hacia el otro. Y que una mirada reflejase la otra en escala de grises, dentro de un pentagrama sin margen para respirar. Para vivir. Para soñar. 
Esperábamos la primera puesta de sol, el primer amanecer para vernos. Para chocar frente con frente y guiñarnos un ojo. Acariciarnos los vértices y quedarnos pegados... por solo una décima de segundo. Para separarnos, soñando con cruzarnos horas después, y que los sentimientos no hubiesen cambiado. Que nosotros no hubiésemos cambiado. Ni ellos tampoco.
Contábamos los segundos, los instantes. Quién sabe cuántas noches dejamos atrás esperando el primer roce. La primera caricia, y el primer ronroneo. Y ser fieras, destrozarnos, hacernos sangre. Y curarnos a besos. 
Y ahora míranos. Me vendería solo por un par de instantes de aquellos en los que mirábamos por la ventana y sentíamos que éramos ellos. Ingenuos, estúpidos, soñadores. Esos en los que la noche era el mejor momento, y las mañanas eran perfectas para ver el cielo arder. Y pensar que algún día, seríamos nosotros.>>
*Cerrar blog; llorar*

-Alicia, dice mamá que a cenar.
Una voz pituda rompía fuera de sus cascos al acabar la canción. Una pequeña niñita rubia, con un pijama de Hello Kitty la miraba sonriente, jugando con las coletas desechas que la caían por los hombros.
-Ahora voy, enana.

*Abrir blog, nuevo comentario.*
S41_Jota Dice:
Como llega... 'Me vendería solo por un par de instantes de aquellos...' Yo también. Y supongo que cualquier persona se vendería por volver. Pero hay que cosas que son imposibles. 
*Click en el perfil de S41_Jota.*
*Click en el blog de S41_Jota.*
El blog que estás buscando no existe.

-¡Alicia, no te lo repito más veces, a cenar!
-Que ya voy, mamá...
*Click en enviar; cerrar hotmail; apagar ordenador.*