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¡Hemos llegado a las dos mil visitas!
Estela y yo hemos decidido que -si queréis- podemos hacer algo especial para celebrarlo.
Para ello necesitamos ideas. Si tenéis alguna sugerencia, podéis contactar con nosotras en Twitter (María y Estela).
Si no venís con ninguna no haremos nada y todos moriremos de tristeza.

Capítulo catorce.

La música de la radio sonaba por toda la casa. Retumbaba por las paredes, y los suelos temblaban a los pies de Alicia. Su melena rubia se escapaba del coletero a cada movimiento, a cada salto que daba por los pasillos. Se iba dejando la voz por los rincones de la casa, riendo como una cría de trece. Pero daba igual, hoy era su día. Hoy era el día de olvidarse del mundo. Hoy era el día de sonreír.

-A coger el cielo con las manos, a reír y a llorar lo que te canto, a coser mi alma rota, a perder el miedo a quedar como un idiota. -Gritó al ritmo de la música, haciéndole los coros.
Siguió riendo mientras recogía, divertida, los mechones en una nueva coleta. Abrió el grifo, se mojó la cara, y siguió cantando. Pasó al baño y se miró al espejo, moviendo sus caderas al ritmo de la canción, y poniendo caras divertidas.
Realmente cualquiera la tomaría por loca si la viesen cuando se queda sola.
Aunque no siempre es así. También hay momentos que es mejor no contar nunca.
-Y a empezar la casa por el tejado. A poder dormir cuando tú no estás a mi lado. -Siguió cantando mientras salía del baño.
Y automáticamente, se le vinieron los recuerdos a la cabeza. De golpe, la voz ya no sonaba igual. De golpe sus movimientos fueron más lentos, hasta dejar de bailar.

-A veces me cuesta dormir cuando no estás a mi lado.
Él sonrió, a centímetros escasos de su boca. Y se fundieron, fueron uno por un mar de instantes. Mientras un labio recorría el contrario, y el tiempo se paraba en aquel parque. Manos acarician el pelo, manos sujetan desde la nuca. Sentimientos verdaderos, confesiones de una tarde de Agosto. 
-A mí a veces me cuesta creer que pierdas el tiempo conmigo.
-Contigo el tiempo no existe.

Le dieron ganas de insultar. De insultarle a él, a ella, a sí misma. Gilipollas, zorra, estúpida. Por ese orden. Pero se contuvo, y mandó a la basura su día. Mandó a la basura el día de sonreír. Mandó todo a la basura y cantó en apenas un susurro:
-Ruinas. ¿No ves que por dentro estoy en ruinas?

*Abrir Whatsapp*
Jaime: ¿Tu skype cómo era? Quizá algún día podamos hacer videollamada y vernos.

Vernos. Verse. Y eso la hizo sonreír. Solo de pensarlo...
*Responder; enviar; subir la música.*

1 comentario:

  1. Joder, son tan adorables... Espero que ambos se recuperen de ese bache en el que están metidos y salgan de él, juntos, con una sonrisa en los labios. Estoy deseando saber más de la historia, y no hacéis más que dejarnos con la intriga :3
    Me encanta, seguid así :D

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